Desde el fénix

José Ramón Del Río

El peso de la noticia

Los viejos periodistas sabían perfectamente que la noticia no era que un perro mordiera a un hombre, sino que el suceso ocurriera al revés. Cuando había poca información, porque los medios eran sólo la prensa impresa, había que seleccionar las noticias, publicando sólo las más relevantes, porque no había espacio para todas. Hoy, con la radio, las televisiones, internet, además de los periódicos, no existen limitaciones de espacio para que cualquier cosa que ocurra pueda ser considerada noticia y difundida como tal. Así, los sucesos más intrascendentes, incluso el de un perro que muerde a un hombre, tienen acogida como noticia. La única diferencia entre lo banal y lo importante es que lo banal es flor de un día, mientras que lo importante se reitera día tras día.

Esta reflexión me la hacía a propósito de dos noticias recientes que han merecido trato desigual. La primera fue la confesión del presidente del Gobierno, que en unas declaraciones periodísticas reconoció que después del atentado de Barajas había continuado negociando con ETA, desdiciéndose de lo que dijo en su día y dejando también por mentirosos a sus compañeros de partido. La segunda noticia es que Rajoy no ha atendido el deseo, públicamente manifestado por el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, de ser incluido en las listas del Congreso de los Diputados, justo con el número 2. La negativa, que tiene muchas justificaciones estatutarias y de oportunidad (sólo hace ocho meses que se presentó a la Alcaldía y la ganó) ha sido vista como una "derechización" del PP, que renuncia así a ocupar el centro político. Yo, que trabajé codo a codo durante dos años con Alberto y que, por tanto, le conozco bien, quisiera que alguien me explicara por qué la presencia de Alberto en las listas "centra" el partido. Cuando AP aspiraba a ocupar el centro político, después de dimitir Fraga, fue Alberto el que nos lo volvió a traer, como número 1 en las listas del Parlamento Europeo de 1989. Que Alberto tenga buenas relaciones con un grupo mediático es una suerte para él, pero no le cambia sus ideas ni su presencia "centra" el PP. Todo esto dicho sin demérito alguno del que es un gran político y un magnífico activo del partido.

Resulta que el presidente del Gobierno reconoce no haber dicho la verdad en algo tan importante como es la lucha contra ETA y esto casi pasa desapercibido (aunque no precisamente en estas páginas de opinión; así, R. Padilla: "Nos mintieron"). Por el contrario, no tomar en consideración los deseos megalómanos de un político hace correr ríos de tinta y se aprovecha para sacar la conclusión, falsa, que a algunos conviene. A veces la noticia de menos peso se difunde más.

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