El parque mutilado

Ahora, la tala de unos 20 árboles aprobada por el gobierno municipal se asemeja a los sucedido hace 92 años

José de Cantecac, originario de la región francesa de Nueva Aquitania, general del Ejército Español, y nombrado Gobernador Militar del Campo de Gibraltar, fue el artífice de la construcción, en 1833, del llamado Paseo de Cristina, luego Parque María Cristina. Los terrenos donde se construye fueron comprados por el municipio a Vicente Bálsamo, propietario del Cortijo del Calvario, habiéndose diseñado su forma por el Cuerpo de Ingenieros, y ejecutados los trabajos por el Ministerio de Fomento.

El lugar fue adquiriendo cada vez mayor importancia en la vida social de la ciudad, y en la zona, frente al Fuerte de Santiago, comienza en 1850 a celebrarse la Feria Real; luego en 1866 se construiría La Perseverancia en las cercanías, para sustituir a un anterior coso taurino. Todo ello lo documenta deliciosa y detalladamente, Benítez Gallardo, en su artículo El Parque María Cristina de Algeciras, publicado en el número 41 (2014) de la Revista Almoraima; en el texto también se explica las distintas transformaciones, físicas y de uso, que fueron acaeciendo en este espacio de ocio y esparcimiento.

Así, el paseo ajardinado pasa a ser parque en 1929. Al parecer las obras de adaptación y mejora no fueron del agrado de muchos, y durante el Pleno Municipal de 3 de marzo de 1930, ya se tomó el acuerdo de calificar tal reforma ejecutada por el anterior gobierno local, como "destrozo de nuestro antiguo Paseo de Cristina con su hermosa y admirada arboleda". ¿Les suena?

De nuevo, en 1948, se cercenó del parque el veinte por ciento de su superficie, donde se construyeron luego, el edificio de Sindicatos, el de Telefónica, la Comisaría, viviendas militares, y otras edificaciones particulares. El hachazo fue de más de cinco mil metros cuadrados.

Tras ello, en 1997, de nuevo se amputa al parque, robándole quinientos metros cuadrados en un gesto insólito en la época de conciencia social medioambiental que vivimos, a la que doblegó la especulación. Se rechazó incorporar al mismo ni un solo metro del antiguo cuartel militar cedido a la ciudad, o ampliarlo mediante la anexión de las ruinas meriníes, que hoy perviven con más pena que gloria. Ahora, la tala de unos 20 arboles aprobada por el gobierno municipal, parece asemejarse a la sucedida 92 años atrás, un destrozo, una mutilación. Uno se pregunta por qué tales ejemplares, si suponen como se dice, un peligro para la integridad de los usuarios, no han sido talados antes, de urgencia. O se fue irresponsable entonces, o no se dice la verdad ahora.

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