¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La paradoja Susana

Cuanto más importante es el papel de Díaz en España, más evidentes son sus limitaciones como presidenta de la Junta

La paradoja Susana es simple: cuanto más importante y prometedor es su papel en la escena política española, más evidentes son sus limitaciones como presidenta de la Junta. Como lleva demostrando desde sus años trianeros, Díaz se siente cómoda en la política doméstica del PSOE, en las florentinas (o napolitanas, según el caso) luchas del poder orgánico socialista, pero desatiende su principal obligación: gobernar Andalucía. Sería injusto endosarle el gran fracaso de los cuarenta años de autonomía verdiblanca a quien sólo lleva desde 2013 en el Palacio de San Telmo, pero la falta de pulso de sus ejecutivos, la ausencia de un proyecto para sacar a la región del vagón de tercera de la Unión Europea es ya clara. Y lo más preocupante es que esta desgana por lo andaluz irá a más en los próximos meses, periodo en el que tendrá que desplegar una actividad frenética para asegurarse el asalto al velazqueño cielo de Madrid. En los medrosos corrillos socialistas ya se murmura, tras comprobar que no hay moros en la costa, quién va a ser su sucesora (el uso del femenino no es una errata) en el caso de que consuma sus deseos más vivos.

El problema es que, en Andalucía, empieza a escucharse un débil pero inquietante ruido de fondo que le amarga a Susana Díaz estos días de otoño. La primera voz de alarma la ha dado la sanidad, cuya movilización contra el decreto de fusiones hospitalarias es sólo una muestra del profundo malestar que existe en un sector con problemas graves, como la saturación de las urgencias o las eternas listas de espera. El segundo aldabonazo lo ha dado el último informe PISA, que ha vuelto a colocar a nuestro sistema educativo en un pozo oscuro. En este caso, lo peor no han sido los malísimos resultados de nuestros estudiantes, sino las sonrojantes excusas dadas por los consejeros Adelaida de la Calle y Antonio Ramírez de Arellano, los dos ex rectores de las universidades de Málaga y Sevilla, respectivamente, a los que Susana Díaz premió con un sillón en el Gobierno andaluz por su durísima oposición -a veces con razón, otras no- a las políticas educativas del Partido Popular. El tercer y último dato para este memorial de agravios es una tasa de paro que, según la EPA del tercer trimestre de 2016, supera el 28%.

La situación en la que se encuentran la sanidad, la educación y el empleo, los tres pilares del Estado de bienestar, retratan el fracaso histórico de décadas de gestión que Susana Díaz no ha sabido enderezar.

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