La esfera armilar

Alberto P. de Vargas

A un par de siglos

LA sociedad que vivió la transición del Antiguo Régimen a la modernidad, sufrió el efecto de las revoluciones que agotaron el siglo XVIII. Le siguió un tiempo de cambios profundos que provocaron la incorporación del sistema democrático, tal como lo interpretamos hoy, al gobierno de las naciones. José A. Pleguezuelos ha estudiado el efecto de los sucesos que siguieron al 2 de mayo de 1808, en San Roque, y ha recogido sus reflexiones en un libro de magnífica hechura que publicó en 2001 la Fundación Municipal de Cultura sanroqueña dentro de la colección Albalate que casi inauguró el autor y en la que ha publicado recientemente Mariano Bertuchi y San Roque, el decimotercer título del desigual fondo del repertorio. La calidad de los trabajos de Pleguezuelos prestigia un receptáculo editorial en donde se pueden encontrar cosas que es mejor eludir o ignorar. Pero en fin, el caso es que estamos a doscientos años de aquella tremenda proeza, heroica reacción de un pueblo maltratado que se negó a arrodillarse y que sufrió tanto por la dominación extranjera como, acaso más, por la dejación de sus dirigentes y, sobre todo, por la presencia de un rey felón, Fernando VII, que pronto pasaría a la Historia como uno de los sujetos mas execrables que ha soportado la piel de toro, la pell de brau con que titularía su famoso poemario, Salvador Espriu. "La pell de brau és l'ampla terra d'Espanya..." -La piel de toro es la tierra ancha de España- escribiría Maria Aurelia Capmany. En Madrid, donde la gente se echó a la calle a combatir como podía al invasor, se generó la reacción en cadena que haría decir a Napoleón Bonaparte cuando ya estaba confinado en Santa Helena: "Desdeñaron su interés sin ocuparse más que de la injuria recibida. Se indignaron con la afrenta y se sublevaron ante nuestra fuerza. Los españoles en masa se condujeron como un hombre de honor". Lo recuerda Arturo Pérez-Reverte en su habitual página del Semanal del diario ABC del pasado domingo. Él es precisamente quien ha dirigido la monumental exposición "2 de mayo de 1808. Un pueblo, una nación" que promovida y patrocinada por el Canal de Isabel II podrá verse en Madrid hasta el mes de septiembre. Los sucesos que precedieron a la Constitución de 1812 redireccionaron el futuro de la nación española afirmando su identidad y cuestionando para siempre el absolutismo. No nos fue bien con las repúblicas, ciertamente, pero el paradigma liberal se instaló definitivamente. En el enfrentamiento entre monarquía absoluta y república no entraba en consideración el concepto de monarquía parlamentaria que debemos considerar como una consecuencia de aquel debate que ha servido para conciliar la razón con la Historia.

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