Los pactos

¿El futuro que nos espera? No, nosotros esperamos el futuro a menudo con dolores de parto

El atribulado español (valga la redundancia) ensaya un consuelo hegeliano (valga el oxímoron). Si la historia es irreversible y el progreso inevitable, ¿por qué va él a desgañitarse diciendo en sus columnas qué cree que pudiera pactarse mejor y qué debería evitarse? Si las políticas y los partidos responden a una mecánica de necesidades y demandas sociales, ¿podrán caer en las trampas de sus rivales y malograrse?

Me temo que el atribulado español tendrá que ensayar otros consuelos. La libertad del hombre tiene tal potencia que coge las vueltas a la necesidad y hasta al azar. El destino se juega con las cartas que te reparten, sí, pero lo juega uno. Y como el hombre es libre por naturaleza, también lo son las empresas humanas por ósmosis.

Yo, ya digo, ya lo temía, pero el lúcido artículo de ayer de José Aguilar me reafirmó. Repasaba el maestro todas las causas que confluyen en la decadencia de Podemos, desde su ideología errada hasta los grandes cuadros macroeconómicos, pasando por el cambio climático de la sociedad, que ha enfriado su calentamiento indignado. Todo eso repasaba para terminar subrayando, ¡cuidado!, que el chalet de Galapagar de Irene y de Pablo lo cambió todo. Nada como esa espléndida y legítima inversión inmobiliaria ha pisado a fondo el acelerador del "veloz paso de la emergencia exultante al languidecimiento tal vez irreversible".

De su análisis de Podemos no tengo más que recomendar su lectura a los interesados en el partido morado y quizá hacer un guiño con los paralelismos, casi jocosos, con el devenir de Juego de Tronos. Yo quiero destacar sobre todo el juego de ese factor humano, libérrimo y futurible. Se aplica a todo el espectro político.

Nada está escrito ni es irreversible, todo está, en cierta medida, en las manos de todos. En realidad, la responsabilidad no consiste primariamente en ver quién carga con el muerto después de que las cosas hayan salido mal, sino en la emoción de saber que de nuestra inteligencia, eficacia y energía va a depender que las cosas salgan muy bien en el futuro.

¿El futuro que nos espera? No, nosotros esperamos el futuro a menudo con dolores de parto. También en la política de partidos y en la política nacional. Por eso, los ciudadanos no miramos el baile de los pactos con la frialdad del que asiste a lo inevitable, sino con el suspense del que sospecha cuántas cosas van a depender de unas decisiones u otras

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios