Mucho se ha hablado en los últimos días de las desafortunadas declaraciones de Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, sobre Almudena Grandes. Poco, sin embargo, de la utilización que ha hecho también la izquierda, representada en este caso por los tránsfugas 'carmenistas' de la asamblea madrileña, de la añorada escritora.

Con lo visto, oído y leído de Grandes, aunque roja confesa, no sería difícil imaginar lo que les habría dicho en vida a la señora Higueras y a los señores Calvo, Cueto y Llamas (que ha acabado dimitiendo) ante la osadía de hacer uso de su nombre como instrumento político. Sobre todo, si se ve responsable indirecta de que el PP y Ciudadanos se aseguren un año más de estabilidad gubernamental. Un escupitajo en sus calvorotas seguro que se llevaban.

Cada parte política ya tiene lo que quería: la derecha madrileña, unos presupuestos, y Recupera Madrid, voz protagonista en la Asamblea y un sentimiento de heroicidad solo existente en las cabezas de sus representantes al conseguir que la novelista sea nombrada Hija Predilecta.

A propósito de Almeida, la mezquindad que rodea a sus declaraciones es absoluta, pero no podía esperarse en él un cambio de discurso -aunque en la práctica haya acabado cediendo- después de que el 30 de noviembre su partido votase en contra de que Grandes fuera distinguida.

Eso sí, la capacidad de ser consecuente con lo que se dice debe ser algo inherente en el político. Denunciar ante los medios de comunicación la catarata de críticas que está sufriendo denota cierta cobardía en el alcalde. Ningún gobernante está exento del juicio de los gobernados. No hablo del juicio salvaje, aquel propio de los caníbales que se esconden tras un dibujito en sus perfiles de Twitter, sino del crítico, metódico y respetuoso.

Por cierto: el Reglamento para la Concesión de Distinciones Honoríficas del Ayto. de Madrid obliga a Alcaldía a defender los méritos de las personalidades propuestas para obtener el reconocimiento de Hijo Predilecto. Esto quiere decir que Almeida tendrá que subirse al estrado a alabar a Grandes para que el resto de formaciones respalden la iniciativa. ¿No es ridículo? ¿Es esto lo que los tránsfugas izquierdistas querían? ¿Un nombramiento manchado de hipocresía?

Almudena Grandes no merecía este final, como tampoco lo merece ningún ser humano civilizado. Desde su muerte, se ha negociado con su recuerdo y ha sido una de las razones omnipresentes del fuego cruzado de odio característico de un sector de la política de nuestros días. Una política nauseabunda, 'cuñadista' e ignorante, incapaz de apartar su ego para rendir honores a quienes hacen grande la cultura española. Nada nuevo.

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