Algeciras es una ciudad dinámica que sigue creciendo en población, por encima de la capital y de otras ciudades de la provincia. El puerto como gran motor económico prosigue su marcha ascendente, año tras año, a pesar de las trabas logísticas que sufre. La urbe proyecta el crecimiento de nuevas urbanizaciones que puedan hacer frente al aumento de la población. Basta comprobar el flujo de vehículos que vienen de otras poblaciones a primera hora, en los accesos a la ciudad, para afirmar que esta aglomeración humana en la Bahía de Algeciras tiene un futuro halagüeño.

Sin embargo, desde hace mucho tiempo no disfrutamos de mejoras urbanas icónicas. Lejos queda el tiempo de la inauguración de un pabellón deportivo, unas pistas de atletismo, un gran centro comercial o un nuevo estadio. Evidentemente se han hecho reformas meritorias, como la del Teatro Florida, el Centro Documental o el embellecimiento floral del Paseo Marítimo y los servicios municipales funcionan razonablemente bien, pero hay edificios como por ejemplo la estación de ferrocarril manifiestamente mejorables. Comprendo que las arcas estén vacías en tiempos de post-crisis y que se llegue a fin de mes con muchas dificultades para pagar las nóminas. Con todo, es necesario soñar cómo va a ser la Algeciras de las próximas décadas y plasmar los sueños en proyectos ambiciosos, aunque no cuenten por ahora con la necesaria financiación. En 2020, los astros parecen alinearse al tener por primera vez a dos personas que tienen el mismo apellido, Landaluce, algecireños ambos, al frente del Ayuntamiento uno y presidiendo la Autoridad Portuaria, el otro. Entre ellos, la mejor parcela, pastilla la llaman los arquitectos, del territorio: el Llano Amarillo. Desde hace años se vienen haciendo planes de uso deportivos, urbanos, culturales y universitarios, sin que ninguno llegue a cuajar. Ahí sigue, sirviendo de aparcamiento, solar para botellonas de los más jóvenes y mercadillo accidental. No conozco un sitio mejor para un gran Palacio de Congresos o un amplio Auditorio que permitiera disfrutar de grandes espectáculos, para los que hoy carecemos de aforo. Si además se procediera al derribo del parking de la Escalinata y se recuperara al fin, se podrían abordar soluciones imaginativas para conectar el Paseo Marítimo con el centro de la ciudad, como se han usado en la ciudad de Vigo. El Llano Amarillo, podría ser el lugar donde los Landaluce consiguieran un sitio de honor en la historia de su pueblo.

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