NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Cuando rodaban La diligencia, John Ford le gritaba a John Wayne, a quien consideraba un actor más torpe que un hipopótamo: “¡Los ojos, estúpido! ¡Se actúa con los ojos!”. John Ford intentaba convencer a sus actores de que todo lo que querían expresar en una escena tenía que aparecer en la mirada. John Wayne no era un actor especialmente dotado, pero si Ford lo utilizó docenas de veces a lo largo de su carrera –a pesar de considerarlo más torpe que un hipopótamo– fue porque el actor tenía la capacidad de trasmitir lo que sentía a través de los ojos. Y eso que tenía unos ojos más bien pequeños e inexpresivos.
Digo esto porque he estado observando la entrevista que le hizo en TVE la solícita Pepa Bueno a nuestro presidente del gobierno. Y lo que más me llamó la atención fue la mirada de Pedro Sánchez. ¿Qué les pasaba a esos ojos? ¿Por qué tenían esa consistencia vítrea, desubicada y a la vez obsesivamente fija en un solo punto del espacio sideral? Eran los ojos, si nos fijábamos bien, de un loco o de un místico que estaba viendo apariciones. Si yo fuera la oposición, acudiría a todos los actos con una foto fija de esos ojos desorbitados de Pedro Sánchez. ¿Qué le pasa a este hombre? Sus numerosos propagandistas nos quieren hacer creer que está sometido a una cruel campaña de deshumanización.
Pero uno se pregunta qué dirían esos propagandistas si las acusaciones que pesan sobre Pedro Sánchez en relación a su esposa y su hermano y su fiscal general pesaran, por ejemplo, sobre la esposa y el hermano y el fiscal general de Feijóo. Sería bonito ver lo que escribirían si la esposa de Feijóo hubiera tenido una oficina en la Moncloa. O un hermano que iba a trabajar enchufado a una oficina que ni siquiera sabía dónde estaba. Pero nos estamos desviando del tema. Volvamos a los ojos de Pedro Sánchez.
¿Qué le pasa a este hombre? En la tragedia de Macbeth, Shakespeare contó el momento en que Macbeth contempla horrorizado cómo el bosque de Birnam avanza en la noche hacia el castillo en el que resisten él y su esposa. Y quizá lo que están viendo esos ojos es el momento inconcebible en que está ocurriendo justo lo que nunca imaginaron que podría ocurrir. Pero eso, justamente, es lo que hace a este hombre muy peligroso. Mucho. Muchísimo.
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