DE todos los olvidos en que ha incurrido la Iglesia (católica) vasca a lo largo del siglo XX ha elegido reparar el que cometió con catorce de los suyos, los catorce curas nacionalistas ejecutados por las tropas de Franco durante su avance por la zona. Ha pedido perdón por su silencio. Del episodio hace poco tiempo: nada más que 73 años. Apenas un instante para una institución con vocación de eternidad.

El funeral, aunque tardío, se ha celebrado por todo lo alto, con seis obispos y más de doscientos sacerdotes sobre el altar y alrededores de la catedral nueva de Vitoria y el oficiante aclarando que "tan largo silencio no ha sido sólo una omisión indebida, sino también una falta a la verdad, contra la justicia y la caridad", en presencia de numerosos representantes de las instituciones vascas.

Nada hay que oponer a estas honras. Cada cual recuerda y venera a sus muertos como quiere y puede, incluso ejercitando la memoria de manera tan selectiva y parcial. Pasaron cuarenta años sin que sintieran ninguna necesidad de reivindicar a los fusilados, pero, claro, fueron cuarenta años de dictadura -de la dictadura montada precisamente por quienes los fusilaron-, y no era plan de enemistarse con ella. Por el bien de la Iglesia, por supuesto. Durante la transición democrática tampoco se les ocurrió nada al respecto, a pesar de que el contexto era más propicio a acordarse de los represaliados. Pero es que han tenido que transcurrir treinta años más, de plena democracia, para que se organizara el solemne funeral del sábado pasado. Ni siquiera la beatificación de numerosos curas vascos mártires del odio de los republicanos fue aprovechada como ocasión para sugerirle a Roma que también merecían tal honor los catorce sacrificados por el otro bando, el que resultó vencedor en la Guerra Civil.

¿Serán 73 años o serán menos los que tarde la Iglesia vasca en pedir también perdón por el silencio de muchos de sus pastores ante los crímenes terroristas de estos años? ¿Y por esos curas que se han negado a oficiar los funerales por guardias civiles asesinados por ETA? ¿Y por el cobijo prestado a etarras en sacristías y seminarios? Siempre es más cómodo expresar piedad por las víctimas de hace décadas que solidaridad por las víctimas de ahora y de aquí. Esto exige compromiso, aquello únicamente necesita de ritual y recuerdo lejano.

Cuando ví la fotografía de monseñor Setién entre los obispos oficiantes de este perdón sin culpa le recordé, hace años, desviando la mirada al toparse con un grupo de familiares de víctimas de ETA y pensé lo mismo que entonces: si Dios existe, no querrá por nada del mundo tener a este hombre de representante.

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