De los números

Es tolerable que haya lagunas ante la complejidad, pero no lo es llamar quinceavo al decimoquinto

Se cometen crudas incorrecciones con los números. El analfabetismo numérico está tan asumido, que ya ni siquiera ruboriza a los afectos. Yo mismo dediqué al particular un pequeño trabajo en el número de otoño (2017) de la revista de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE, "Matemáticas, literatura y periodismo", "Periodistas", 44). Me referí entonces a "Innumeracy: Mathematical Illiteracy and its Consequences" (1988) de John A. Paulos, que se tradujo al español dos años después ("El hombre anumérico", Tusquets, Barcelona 1990).

Hace un mes (Europa Sur, 21.07.2019), utilicé la palabra tetracontakaieneágono, para aludir al polígono de 49 lados de la plaza de toros de La Línea, única en el mundo con esta peculiar geometría. Admito que es un nombrecito que da un poco de susto; pero es el suyo. Más familiarizados estamos con hexágono (de "hexa", seis) o con octógono (de "octo", ocho). La exclusión del griego clásico y del latín de nuestros planes de estudio, supone un grave inconveniente para el correcto conocimiento y empleo de la lengua que hablamos.

Ese constructo tiene sus exigencias. Pero se podría evitar con un pequeño esfuerzo la confusión entre el cardinal, el ordinal y la fracción de la unidad. Diríamos, p. ej., hay 7 cajas y la roja es la séptima (no la siete) en tamaño. Los números racionales, las fracciones o quebrados, son los recursos empleados para referirse a partes (iguales) de un todo; cuando el numerador es la unidad, p. ej., 1/12, se dice que estamos ante la doceava parte de una determinada entidad. Hubo un ministro de Cultura (de Felipe González) que decía "veinteavo" cuando debía decir "vigésimo" (el ordinal). El mismo sujeto, que también fue de Educación, mandó eliminar el yugo y las flechas de algunos monasterios, hasta que alguien le advirtió de que era un símbolo empleado por los Reyes Católicos, y no una enseña falangista.

Es tolerable que haya lagunas ante la complejidad, pero no lo es llamar, como haría el ministro, quinceavo al decimoquinto. Convendría también emplear con más frecuencia los números romanos y, cuando procede, el ordinal. Si es, un decir, el septuagésimo quinto aniversario de algo, conviene no sustituir ese ordinal por el cardinal 75. Y aún mejor, acudir al número romano, LXXV. Aunque sólo sea para no perder su uso; evitando, en fin, que alguien lea: "ele equis equis uve". Como seguramente haría la vicepresidenta del Gobierno.

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