Cuando en el contexto de la Segunda Guerra Mundial un conjunto de fanáticos iluminados por las teorías fascistas de Hitler decidió poner en marcha una de las acciones humanas más odiosas de la historia de la humanidad, el exterminio de millones de personas por la sola razón de su raza, religión, nacionalidad o ideología, pensaron que estaban amparados por una impunidad que les protegería siempre. No obstante, muchos de ellos terminaron rindiendo justicia ante uno de los mayores avances jurídicos del derecho internacional contemporáneo, el proceso conocido los juicios de Núremberg. En este procedimiento, iniciado en la Carta de Londres de 1945, cristalizaron conceptos jurídicos revolucionarios entonces y hoy normalizados como son los crímenes de lesa humanidad y genocidio. En gran medida, el vigente Tribunal Penal Internacional es heredero de este juicio histórico, un proceso que se puso en marcha ante la comisión de horribles crímenes que transcendían de los tipos penales existentes y que afectaban a la conciencia jurídica de la humanidad.

Las brutalidades y crímenes horrendos que se han cometido y se están cometiendo en la actualidad en Ucrania por fuerzas rusas y mercenarios bajo su control afectan nuevamente al conjunto de la humanidad, por lo que debe ser ésta, y no solo Ucrania, quien exija responsabilidad penal internacional a los autores directos e indirectos y a sus cómplices por crímenes que, como he señalado, afectan a la humanidad en su conjunto.

El marco institucional idóneo es el Tribunal Penal Internacional, pero lo cierto es que existen múltiples inconvenientes técnico-jurídicos y políticos para pensar que pueda desarrollar esta tarea de una manera mínimamente eficaz, aunque en la actualidad se han iniciado investigaciones impulsadas por su fiscal jefe, Karim Khan, que tal vez puedan abrir la vía a un enjuiciamiento internacional.

No obstante, ante la enorme gravedad de los hechos de difícil calificación que han sucedido en lugares como la tristemente conocida ciudad de Bucha, la comunidad internacional debería buscar la forma de poner en marcha un tribunal especial, siguiendo el modelo de Núremberg, que sea capaz de juzgar a los responsables de la comisión de crímenes internacionales, como crímenes de guerra, de lesa humanidad, incluyendo el crimen de agresión, que implicaría procesar a Putín. El desafío es enorme y las dificultades y obstáculos mayúsculos, pero en mi opinión es absolutamente necesario que no queden impunes estos horribles crímenes cometidos contra toda la humanidad.

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