Punto de vista

José Ramón del Río

jdel35@hotmail.com

De nuevo, Cataluña

La obstinación de los independentistas tiene un buen ejemplo en Torrent, nuevo presidente del Parlamento

En junio del año pasado adquirió virulencia el desafío independentista en Cataluña con el anuncio de un referéndum para la proclamación de la República catalana. Y desde entonces esta cuestión ha consumido los mayores esfuerzos del Gobierno y de la clase política. Después de dos votaciones, una ilegal el 1-O y otra convocada por el Gobierno y, por tanto legal, el 21 de diciembre, el problema sigue en pie. La primera de las votaciones motivó que el Gobierno aplicara el artículo 155 de la Constitución, suspendiendo la autonomía y la segunda, aunque con un ganador no independentista, permite a éstos formar gobierno, sumando sus votos. Llama la atención la firmeza de las convicciones de los independentistas, que no las disminuye ni la cárcel ni el exilio y, ni tampoco, que en el marco de la UE no reciban los apoyos y simpatías con que creían contar. Quizás sea por eso por lo que el protagonismo lo tienen los independentistas. Así el abogado de Puigdemont, Jaume Alonso-Cuevillas, le pregunta a Zodio, ministro del Interior, si lo que busca es detener y juzgar a su cliente o que este no pueda volver y remata la pregunta, un tanto chulesco: "por saberlo, Sr. ministro". Y todo esto, por la previa declaración del ministro que se seguiría a Puigdemont para evitar que pueda cruzar la frontera "en helicóptero, en barco o en el maletero de un coche". Como organizador de un circo, Puigdemont haría fortuna y, aunque no lleva el maquillaje propio de un payaso, no se le aprecia que se ruborice cuando la danesa Marlene Wind, directora del Centro de Política Europea, le hace preguntas incomodas respecto a la prioridad del respeto a la legalidad vigente y le acusa de tener secuestrados a los catalanes.

La obstinación de los independentistas tiene un buen ejemplo en Torrent, recién elegido presidente del Parlamento, que en su discurso de toma de posesión hizo concebir esperanzas, por lo que fue muy celebrado su anuncio del respeto a la legalidad vigente, pero ya se comporta como un activista. Y es a la Mesa, con mayoría independentista, a la que corresponde decidir no solo si permite el voto de los 5 huidos, entre los que se encuentra Puigdemont, sino incluso su investidura no presencial, por vía telemática. Lo último, cuando yo escribo, es que quiere volver a Barcelona, sin correr el riesgo de ser encarcelado, para, sentados en una mesa, proponer al Gobierno otro referéndum, como el del 1 de o'ctubre, pero esta vez con el aval del Estado. Para asegurarse la mayoría de 69 diputados, 4 de los fugados tienen que renunciar a sus escaños.

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