El capitalismo muta constantemente y ahí sigue. Un amigo, el profesor Aurioles, cuenta desde hace tiempo la broma de que el capitalismo agoniza y añade enseguida que sólo le quedan unos siglos de vida. Y esta semana ha dicho algo parecido otro apreciado economista, Antón Costas, entrevistado en La Vanguardia: "el capitalismo tiene los siglos contados". En esta crisis oiremos cosas como aquella de Sarkozy tras la crisis financiera, sobre refundar el capitalismo. Pero no se lo crean. Habría que empezar por acabar con los paraísos fiscales, como prometieron muchos dirigentes en la gran recesión de 2008 y el presidente Bush en 2001 después del ataque a las torres gemelas. Y ahí siguen...

Entretanto, la Unión Europea discute cómo gastar una contundente cantidad de dinero para mantener el estado del bienestar, sostener el tejido productivo y la renta de las familias, o proteger a los más desfavorecidos. Se habla de invertir en dos o tres años 1,5 billones de euros, casi un 10% del PIB de los 27. Mucho; el presupuesto ordinario de la UE que se negociaba era de 1,2 billones a dividir entre los próximos siete años. Ya veremos qué pasa, aunque la mala noticia es que la mayor parte de esos fondos serán a devolver. Algún acuerdo es inevitable. A Italia y España no las puede dejar caer; conjuntamente son la quinta parte de la economía de los 27. Un mercado del que no pueden prescindir los países industriales del norte.

Para adaptarse a las circunstancias, el laboratorio de comunicación del Gobierno español ha lanzado una idea que repiten el presidente y sus ministros: estamos ante una nueva normalidad. Y de eso, nada. No es otro estado natural, sino una crisis humanitaria con centenares de miles de muertos en el mundo y un riesgo sanitario vigente. No cabe imaginar situación más inestable e inhabitual. La idea de que hay que acostumbrarse a esto es perversa. Lo mismo que hacer tanta rueda de prensa, con demasiada gente -sobre todo de uniforme- y excesiva retórica hueca, para dar tan poca información.

La nueva normalidad gubernamental se adorna con otras proclamas, como que no se dejará a nadie atrás, que lo importante es lo público o que esta crisis no la van a pagar los trabajadores. Cabe la duda. En 2019, de los 213.000 millones de euros recaudados por la Agencia Tributaria, un 45,4% fueron impuestos indirectos que pagan por igual todos los ciudadanos, y un 41% eran de rentas del trabajo. Así que la deuda de esta crisis, cuando se pague, la costeará la clase media y trabajadora. Sería bueno que el Gobierno pase de la prosopopeya a la didáctica y diga qué impuestos va a subir… En 2007 el de sociedades suponía el 22% de la recaudación fiscal, y en 2019 ha sido el 11%. Si Sánchez quiere un pacto de reconstrucción debería empezar a decir cómo va a paliar la violenta bajada de la recaudación. Si el capitalismo tiene los siglos contados, al menos que el recorrido de la retórica sea cosa de minutos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios