Antonio Burgos publicó en 1980 un provocador ensayo titulado Libelo contra Madrid; libro satírico subtitulado "para agravio de centralistas y alivio de provincianos". Dos años antes de que echara a andar la autonomía, Burgos analizaba los males del centralismo desde una posición periférica y repartía culpas entre todos. En 40 años hemos visto cómo los presidentes de la Junta han vivido a cuerpo de virrey contra gobiernos nacionales de signo contrario. El PP ha lanzado el argumento con el que irá a las autonómicas dentro de dos años: el nuevo andalucismo. Buscan sacar la máxima ventaja a sus socios de derechas, ensanchar su poder e instaurar un nuevo régimen. El Gobierno de la Junta es cada vez menos de coalición de dos grupos parejos y adquiere el aire de gabinete monocolor. Ciudadanos se difumina y Marín pide a gritos más consejerías para ganar cuerpo.

Acaparado el protagonismo del gobierno, el PP sigue una hoja de ruta de diseño. La primera fase es socavar la imagen de la era socialista, definida como corrupción, clientelismo y adocenamiento. El presidente ha dado esta semana un recital en el Parlamento. La segunda pata de la estrategia para la reelección es construir una apariencia de eficacia, moderación e iniciativa. La economía andaluza iba bien, mejor que el promedio español y europeo, como siempre que la economía crece, pero ahora como en todas las crisis irá peor que la media y el paro puede superar el 30% de la población activa.

La supuesta moderación del presidente es digna de estudio. Su carácter favorece que se le tenga por persona prudente. Pero sus modos parlamentarios, su asenso con Vox y la actitud de sus colaboradores deja ese principio en entredicho. (Bendodo habla por boca de ganso, y el ganso es Moreno). La austeridad se pondrá a prueba con la ampliación del negocio gubernamental que está fraguando. La iniciativa sí que es un activo indiscutible del nuevo gobierno. Era evidente el desgaste del PSOE después de décadas en el poder. Susana Díaz acuñó el eslogan de un tiempo nuevo, pero no llevó a la práctica.

Los andalucistas auténticos no prosperaron cuando llegó la autonomía. Pero le fue de cine a quien enarboló la bandera verde y blanca contra un gobierno nacional. A Escuredo le tocó la Lotería cuando Suárez decidió que la consulta de 1980 no era nuestro referéndum. Chaves se perpetuó contra Aznar. Griñán lo bordó en 2012: en sólo tres meses contra Rajoy, conservó el poder. Ahora Moreno tiene el mismo plan contra Sánchez&Iglesias. La táctica es igual: la Junta defiende a Andalucía por encima de ideologías y Madrid no nos quiere, no nos entiende, nos roba. Moreno tiene la receta y quiere mirarse en el espejo de Feijóo. De momento este libelo contra Madrid, ensayado con éxito por sus predecesores, parece artificial como si fuese un andalucismo de laboratorio. En todo caso es una sátira interesada: las culpas desde hace 40 años siempre han estado repartidas.

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