En tránsito

Eduardo Jordá

Una novela gótica

COMO músico, Michael Jackson no era gran cosa -sí, ya sé que sus millones de fans piensan de otro modo-, pero como personaje es desmesurado y tal vez inagotable, y me pregunto si alguien será capaz de escribir su historia. Es difícil saberlo. De hecho, nadie ha conseguido escribir un gran libro sobre Elvis, ni sobre Frank Sinatra, ni tampoco sobre John Lennon. Las muchas biografías publicadas no llegan a adentrarse del todo en la mente ni en el corazón de estos personajes. Se basan en los testimonios de amigos y colaboradores, y esos testimonios suelen ser superficiales, o bien están contaminados por la gratitud o el rencor o el servilismo. El caso es que no sabemos nada interesante de unos personajes que daban para una obra de proporciones shakespearianas.

Mi idea es que sobre estos personajes sólo se puede escribir un buen libro si combina realidad y ficción. Una biografía veraz al cien por cien tendrá muy poco interés, porque esos personajes han vivido una gran parte de su vida en una nebulosa casi impenetrable. Cuando Shakespeare escribió Ricardo III o Enrique V, usó unos pocos testimonios escritos, por lo general muy buenos, que luego pudo manejar a su antojo porque al fin y al cabo estaba haciendo ficción. Es posible que el Ricardo III real fuera un personaje tan patán como un sargento de marines, pero Shakespeare logró hacerlo tenebroso y patético y angustioso. Y eso no ocurre con las biografías que he leído de las estrellas del espectáculo. De Frank Sinatra recuerdo una maleta llena de peluquines. De Jim Morrison, una confusa conversación en una discoteca de yonquis. Y de John Lennon, el día en que su madre fue atropellada por un coche. Pero muy poco más. Toda la información que leí sobre esos personajes se ha esfumado.

Pero Michael Jackson tiene un gran libro, siempre que alguien sepa escribir una especie de novela gótica al estilo de los cuentos de Poe, que podría llamarse El hundimiento de la casa Jackson. Incluso se me ocurre el mejor narrador para darle el punto de vista adecuado: esa niñera ruandesa, llamada Grace Rwaramba, que creció en un campamento de refugiados tutsis y acabó trabajando quince años con Michael Jackson. Hace años, cuando Jackson fue acusado de haberse acostado con niños en su mansión de Neverland, él mismo contó que lo único que había hecho era dar saltos en la cama y jugar con las almohadas. La gente prefirió imaginar sórdidos episodios sexuales, cuando lo más terrorífico era la simple realidad: ese hombre de cuarenta años que daba saltos en la cama, en compañía de varios niños disfrazados de Mickey Mouse.

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