Sin noticias, buena noticia

Ahora veo un horizonte lleno de jóvenes brillantes y de figuras consagradas en las artes y las ciencias

Lamento, por diferentes motivos, algunos muy personales, que la celebración de la septuagésima quinta anualidad del Instituto (manténgase la mayúscula inicial) haya pasado desapercibida, no se haya proyectado al todo social de nuestras ciudades. Porque lo que hoy llaman Kursaal (literalmente, sala de curas) es una institución de una trascendencia cultural y educativa extraordinaria, no sólo para la ciudad en donde se ubica, Algeciras, sino para todo el Campo de Gibraltar y para la zona de influencia de la comarca. No son pocas las personas relevantes que crecieron física e intelectualmente en sus aulas, pero lo que importa es su rol histórico y la densidad de su esencia en la formación de cientos de personas que nacieron o se criaron por estos pagos de María Santísima. Hasta donde me llega la memoria, fui el primero (creo yo) de entre mis próximos en nascencia y crianza, al que se le ocurrió estudiar matemáticas. Tengo el recuerdo de mis paseos en vacaciones, por el parque María Cristina, con los pocos que me siguieron de cerca, contándoles mi experiencia y contagiándoles mi entusiasmo. Ahora veo un horizonte lleno de jóvenes brillantes y de figuras consagradas en las artes y las ciencias que proceden de ese mismo entorno y que estudiaron en las ya varias instituciones educativas disponibles. Me alegro de que no todo sea folclore, deporte y malabarismos lúdicos y de que aquellos tiempos de escasez generalizada estén ya largamente superados. No siempre el tiempo pasado fue mejor. Que la nostalgia y el recuerdo de gente que se significó en nosotros y ya no están sino en nuestros sentimientos, formen parte integrada en nuestro presente y en los estantes altos de nuestra memoria, no quiere decir que la envoltura temporal de todo aquello no deba abocar a mayores prados y a mejores cultivos.

El "good news, no news" remite a la práctica de recurrir a las malas noticias. Porque las buenas, como el aniversario aludido y tantas otras cosas, no producen vibración emocional. Las buenas noticias, para ser noticia, tienen que derivarse de un acontecimiento excepcional. Matrimonios así, como el mío, con medio siglo bien cumplido y unos años de animación previa, no tienen el menor interés para el común de los mortales. Habrá que desear que Dios nos dé pocas noticias. Aunque se aburran los que esperan a que las "bad news" despierten su atención, poco dados ellos a observar lo verdaderamente valioso.

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