La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El nombre de la gente en vano

Presumen de estar atentos a la calle y escuchar a la gente: ni pisan las calles ni escuchan a más gente que a sus forofos

Habría que introducir en el código ético de la política un mandamiento semejante al bíblico que ordena no tomar el nombre de Dios en vano: no tomarás el nombre de la gente en vano. Los políticos frivolizan y manosean el concepto de gente, mayoría social, pueblo y ciudadanía. Por pereza, conveniencia, vanidad o estupidez, no paran de manejar sinécdoques. Pretenden hacer pasar por el todo lo que es sólo una parte.

Esto sucede porque viven dentro de una burbuja, rodeados de pelotas y palmeros que sólo les dicen lo que a ellos les gusta oír y distorsionan la realidad a su exacta medida. Los aguafiestas que tienen la fea costumbre de decir la verdad o, incluso, de descubrir que el rey está desnudo, son oportunamente apartados del séquito.

Presumen de estar atentos a la calle y escuchar a la gente, pero generalmente no pisan las calles ni escuchan a más gente que la forofa. Siempre cuentan como trascendentales y representativas las vivencias de algún militante o partidario, como si ocho millones y medio de andaluces no tuvieran sus propias vivencias, anécdotas, pensamientos y criterios. "Veo a pie de calle un gran entusiasmo con mi candidatura, lo palpo, es lo que me dicen", es una proclamación no por repetida menos patética.

Si cuatro transeúntes se les acercan para animarlos o confesarles su simpatía, eso basta para ignorar que muchos más que cuatro se dan la vuelta para no tropezar con ellos porque les repelen o les son indiferentes. Me acuerdo cómo Julio Anguita rechazaba estas formas de autoengaño: "Si me votaran la mitad de los que me dicen en los bares que me van a votar, ya sería presidente del Gobierno".

Se obnubilan tanto que se atreven a hablar con todo desparpajo en nombre de la mayoría. Mientras más pequeño es un partido y más irrelevante su líder, más ínfulas se dan hablando de lo que la gente quiere, la gente necesita o a la gente le interesa. En puridad, con el grado de fragmentación que existe, ni los partidos mayoritarios ni los líderes más votados podrían hablar en nombre de más del 30% de los andaluces, que son los únicos que les van a votar expresamente. Claro que los abstencionistas, como no participan, renuncian a que los represente nadie...

Luego viene, esta noche, la caída del caballo para casi todos. Que no por eso escarmientan. Les falta humildad. Cuando se abran las urnas y se cuenten los votos dirán seguramente: "No hemos sabido explicar qué buenos somos y qué bien lo hacemos".

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