La noche más mágica

Reyes que fueron niños, niños que serán Reyes, que esta noche la ilusión dibuje de nuevo una sonrisa en la penumbra

TAL vez sea la de hoy la noche perfecta para cerrar los ojos y pedir ese deseo que todos anhelamos en el fondo del alma… Mirar a las estrellas, respirar hondo y pensar que es posible un mundo mejor.

Recuerdo aquellas cintas de colores que flotaban sobre el brillante manillar de mi bici nueva, una noche de Reyes cualquiera en el salón de casa. La penumbra, la sombra alargada de los regalos que se adivinaban sobre la silla y la ventana abierta y la emoción: "¡Han venido! ¡han venido!". Y el alboroto y la luz y las risas nerviosas y las miradas cómplices de ellos, los Reyes. Yo los veía.

Ellos, los Reyes, eran magos de verdad, porque sólo ellos sabían exactamente qué podía hacer latir más rápido que nunca tu corazón debajo del pijama. Ellos, los Reyes, ellos levantaron con esfuerzo sacos y sacos de ilusiones en el silencio de la noche. Ellos, esos sabios sigilosos, siempre estaban atentos a la hora precisa de Morfeo... Velaron nuestros sueños y acunaron con nanas a la una, a las dos y a las tres. Ellos quizás hoy son más invisibles; quizás porque son magos, quizás porque nuestros ojos de niños ya dejaron de verlos, de intuirlos como antes. Pero, hoy más que nunca, los Reyes -a los que tanto pedimos- tal vez necesiten un aplauso en los balcones a eso de las ocho, una caricia a tiempo, un beso en esa frente nevada que hay bajo su corona. Olvidamos, a veces, que los Reyes también peinan canas y que, tal vez, sus camellos se cansaron de tanto ir y venir por los caminos, aunque pusiéramos tres copitas de anís sobre la mesa para recibirles.

A aquellos Reyes Magos, que en lugar de oro, incienso y mirra nos trajeron amor, educación y respaldo, quizás les debamos un minuto de charla, una visita a tiempo, un café con recuerdos o una mirada tierna sin cruzar palabra.

Queridos Reyes Magos, que dejasteis mi salón lleno de risas y las alforjas llenas de futuro, os escribo esta carta en la noche más mágica. Ahí va éste, mi aplauso sin horario. Gracias queridos Reyes, porque no hay regalo que pueda pagar vuestro esfuerzo, vuestra ilusión, vuestro trabajo. Hoy mi carta no tiene matasellos, ni os pido una muñeca o una bici con cintas de colores… Gracias queridos Reyes. Para vosotros pido sólo un regalo. Que la magia se lleve esta pesadilla y deje por aquí abajo un cesto lleno de besos y de abrazos, de miradas libres de temores, de apretones de manos.

Reyes que fueron niños, niños que serán Reyes, que esta noche la ilusión dibuje de nuevo una sonrisa en la penumbra. Que la noche más mágica llene de luz y de esperanza todos los zapatos de todos los salones… Ya vienen los Reyes Magos.

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