Alberto Perez de Vargas.

¡Qué noche la de aquel día!

Sería de desear que a los jóvenes y a los ya no tan jóvenes, que no conocieron la larga posguerra que desde 1939 llega hasta 1975, la fecha de hoy les sonara poco más o menos como a nosotros los mayores nos sonaban las guerras carlistas, que por etapas castigaron a la España de los dos últimos tercios del siglo XIX. Y tampoco estaría mal que la Dictadura militar del general Franco les sonara a aquellos como a nosotros nos sonaba la Dictadura del general Primo de Rivera, que duró lo suyo, casi siete años, desde el 13 de septiembre de 1923 hasta el 28 de enero de 1930, dejando el terreno abonado para el golpe de Estado que, de hecho, fue la proclamación de la Segunda República en abril de 1931.

Algunos de los que andamos todavía por estos pagos, por la gracia de Dios, maduramos en lo que hoy llaman franquismo, una época de inacción en política partidista de la que surgió la democracia, los pantanos, la seguridad social, las pagas extras y otras muchas cosas que están hoy de plena actualidad. De hecho, el primer presidente del Consejo de Ministros del nuevo régimen dejaba horas antes, para serlo, la Secretaría General del Movimiento. Las Cortes estarían presididas por su mentor, Torcuato Fernández Miranda, esencial para entender el formidable cambio que se operaría. Todos perdimos aquella guerra que asoló España entre 1936 y 1939, una España en la que el desorden, la violencia y la miseria dominaban en una sociedad maltratada por un Gobierno inoperante cuyo presidente, de mayo de 1937 a marzo de 1939, Juan Negrín, alargó el conflicto cuando, en los primeros meses de 1938, las grandes potencias daban por hecho el triunfo de las tropas sublevadas. La victoria de Franco suponía la derrota del comunismo internacional y eliminaba la aspiración de la URSS a situar un país satélite en el occidente europeo.

En el trienio 1936-1939, la Gran Vía madrileña se denominó, sucesivamente, avenida de la CNT (el sindicato anarquista), avenida de Rusia y avenida de la Unión Soviética. Una idea de cómo estaba el paño sociopolítico puede dárnoslo una famosa fotografía de la madrileñísima Puerta de Alcalá, tomada en 1937. Un gran escudo de la Unión Soviética corona la parte superior y debajo se lee "Viva la Unión Soviética". En el arco central una gran fotografía de Josef Stalin y, bordeándola a izquierda y derecha, la del ministro de Exteriores de la URSS, Maksiv Litminov, y la del mariscal Kliment Voroshilov.

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