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La victoria de España en la Eurocopa recientemente celebrada ha sido un enorme éxito deportivo de nuestros jugadores, pero también ha tenido una trascendencia más allá de lo estrictamente deportivo al ser un acontecimiento que ha favorecido la cohesión social y el sentimiento nacional en todos los territorios que vertebran el país en momentos complicados. No es mi intención en esta columna hablar de fútbol, máxime cuando apenas sé lo que es un fuera de juego.
No obstante, lo que pretendo es hacer referencia al importante impacto del fútbol en las relaciones internacionales y en la dinámica política. Quizás el ejemplo más contundente es la guerra desatada en 1969 entre Salvador y Honduras y conocida como Guerra del fútbol, desencadenada después de un partido entre ambas selecciones y que desembocó en un conflicto armado generalizado. Por supuesto, las causas eran mucho más complejas y subyacían graves enfrentamientos preexistentes y controversias territoriales que provocaron que el partido fuera el detonante del conflicto. Es evidente que el fútbol es un deporte que transciende de los estrictamente deportivo. Un ejemplo muy recordado fue el Partido de la paz jugado de forma espontánea entre las trincheras de la Primera Guerra Mundial en 1914 entre soldados alemanes y aliados, que mostró lo absurdo de los planteamientos bélicos que trataban a los soldados como carne de cañón y que es un símbolo de la necesidad de humanización de los conflictos y el respeto del derecho internacional humanitario.
Otro partido recordado es el celebrado entre soldados nazis y jugadores de los territorios ucranianos ocupados en 1942, que al terminar con la derrota alemana provocó, al parecer, el fusilamiento de los ucranianos. La película Evasión o victoria recordó los hechos con una versión libre y edulcorada. En fin, el fútbol ha estado presente a lo largo de muchos conflictos internacionales de diversas formas. Por todo ello debemos recordar la responsabilidad social y política de los jugadores más allá de lo estrictamente deportivo.
En esta Eurocopa hemos visto ejercicio de responsabilidad e irresponsabilidad. Entre los primeros, gestos de apoyo explícitos de jugadores franceses a la necesidad apoyar a las fuerzas democráticas frente a las amenazas de la ultraderecha. En sentido contrario hemos visto un jugador turco hacer apología de una organización paramilitar ultraderechista y que fue justamente sancionado. Del lado español hemos visto desafortunadamente comportamientos impropios de algún jugador que no ha sabido actuar en saludos protocolarios y otros que embriagados por la celebración de la victoria han cantado proclamas inaceptables y rancias sobre Gibraltar y Marruecos. Además de ganar hay que recordar la necesidad de saber cómo celebrar ganar.
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