Un antiguo adagio latino, reza de la siguiente forma: Lo que la naturaleza no da, Salamanca no (lo) otorga). Significa que una universidad no puede darle a nadie lo que le negó la naturaleza. Es decir, la inteligencia, la memoria y la capacidad de aprendizaje, hay que traérselas puestas desde casa, si se quiere prosperar académicamente. ¡Houston, Houston, tenemos un problema! En la sociedad igualitaria en la que aspiramos a vivir, sigue existiendo el principio inmutable de que Dios, la madre naturaleza o la diosa fortuna, -elija según su creencia- no reparte por igual sus dones y así en la búsqueda de la educación, hay quién parte con un purasangre inglés y otro con un humilde burro manchego. De todas formas, la carrera de la vida hay que correrla, y como profetizó Rubén Blades, "la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡Ay Dios!".

Seguro que todos conocemos algún caso de niños que aprendieron a leer ellos solos o que tenían una riqueza de vocabulario impropia de su edad. Otros se aficionan a por ejemplo, los animales prehistóricos y se saben de memoria todas las características de los dinosaurios y otros bichos antediluvianos. La historia es generosa en casos como los de Da Vinci, Mozart o Einstein que dejaron perplejos a sus contemporáneos. Bach escribía con cada sermón, un motete musical diferente. Todos los padres quisiéramos que nuestros hijos fueran listísimos, pero sólo aproximadamente un 4%, posiblemente lo sean. De ese grupo, no llega al 1% los que han sido diagnosticados, como de "altas capacidades". Significa esto que despreciamos, por desconocimiento, más de la mitad del talento disponible. Para los padres con este tipo de niños, empieza un calvario, porque no se tiene un Ferrari, tan sólo para ir al supermercado. Las adaptaciones curriculares no son fáciles en una escuela igualitaria. Tampoco alimentar la curiosidad insaciable de estos niños, con nuevos aprendizajes. Hay chavales que porque sus compis no les tilden de "cerebritos", fallan a propósito en los exámenes. Otros corrigen al profesor, al mínimo fallo o se aburren porque ya sabían lo explicado. Una autoridad en esta materia es la psicóloga algecireña Teresa Fernández Reyes. Su centro especializado, en Sevilla, es hoy un faro para padres atribulados y gracias a profesionales como ella, Andalucía está a la cabeza, en la detección de "altas capacidades". Aunque lo que realmente deberíamos querer los padres, es que más que listísimos, nuestros hijos puedan ser felices.

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