Nunca ha habido, que yo sepa, tanto amor por la naturaleza como en estos días. El urbanita, en cuanto tiene unos días de asueto, busca el campo ya sea haciendo senderismo, montando en bicicleta o simplemente organizando una comida campestre. Lo normal es que el hombre busque a la naturaleza, pero hay un sitio en el que sucede al revés. En la Ribeira Sacra, la naturaleza sale a tu encuentro. Este territorio que comprende las riberas de los ríos Cabe, Sil y Miño, situados entre el norte de Orense y el sur de Lugo, contiene una miríada de pueblos pequeñitos conectados entre sí por carreteras en buen estado, pero de tal grado de complejidad que el Google Map se vuelve majareta, buscando alternativas. No importa, porque los caminos son preciosos. Los helechos salen a saludarte en las cunetas y andas a través de un túnel de árboles centenarios, por los cuales se filtra la luz, creando un ambiente mágico. Parece como si la naturaleza, quisiera abrazarte. El pequeño catamarán, navega a través de los cañones del río Sil. Cuando aprendíamos geografía de pequeños, se nos decía que este río, arrastraba pepitas de oro. Hoy el oro del Sil, son los turistas que vienen a descubrir, uno de los paisajes fluviales más bellos que uno pudiera imaginar. El cañón rocoso desciende hasta el río que fue fuente de comunicación de los lugareños con su entorno más próximo. Entre las escarpadas rocas, hay plantadas viñas, en lugares que parecen inaccesibles, pero de ellas, sale un vino de calidad, muy cotizado. Los fiordos noruegos tienen mucha y justa fama por su grandiosidad, pero la naturaleza de los cañones gallegos, también los hace espectaculares. La Ribeira guarda un bello secreto escondido: la gran cantidad de iglesias románicas, monasterios medievales a descubrir y cenobios primitivos. El más maravilloso es el de Santo Estevo, oculto en un bosque. Fue el mayor Monasterio benedictino de la época y dan fe de ello la iglesia, con un bello retablo y los tres claustros, a cual más sorprendentes. Hoy, es el Parador número uno, según Tryp Advisor.

Visitando iglesias románicas, di con una, Santa María de Seteventos, de apariencia modestísima y pobre fachada. Dentro escondía un regalo. Resulta que hace unos años el cura, rascando el yeso de la pared, descubrió un fresco. Avisó a Patrimonio de la Xunta de Galicia y el resultado de la intervención posterior, es un fresco medieval único, una auténtica catequesis medieval, con el Juicio Final, con todos los pecados capitales pintados en el infierno y una Anunciación, en la que el Ángel transmite con la Virgen María, mediante unos hilos que parecen anticipar los hilos telefónicos. En Todo esto te daré, de Dolores Redondo, la Ribeira Sacra es el paisaje de fondo. Al leer me pareció algo exagerada su descripción. Ahora, me parece que se quedó corta.

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