Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

No sin mi mujer

¿Qué pintan las esposas (o los maridos) haciendo turismo en las cumbres internacionales?

Lo atribuiremos a la inexorable ley del péndulo y a que los tiempos cambian y cambian hasta el punto que los Times they are a changin, o sea, aquellos tiempos de cambio poderoso que Dylan anunciaba -¡en el 65!- tienen ya más años que un bosque. Por eso, que dos graciosos vocacionales, tan teñidos como poderosos, convulsionen el mundo desde la presidencia de dos democracias consolidadas, con modos de expresión que resuenan al histriónico Benito Mussolini, no debe extrañarnos. Donald y Boris... buen nombre éste para unos dibujos animados corrosivos en la línea de Padre de familia y South Park: uno, faltón de espíritu, hablando, siempre sobrado, en un inglés americano viscoso, y el otro ostentando su prosodia para que no quepan dudas sobre sus orígenes de clase, además del continuo teatrillo de humor tan propio de Eton y Oxford. Sin embargo este último, Boris Johnson, debe ser reconocido por algo que no hicieron varios otros asistentes: no ir acompañado de su mujer, a no se sabe qué, a la pasada cumbre del G-7 en Biarritz.

Aunque en un fugaz rol de comparsa (como lo es nuestro país, cariños aparte), ése fue el plan de Pedro Sánchez, que va con Begoña a casi todo sarao con foto, que es en buena medida su forma de (no) gobernar: el retrato con causa. Begoña ha reinventado, y cómo, los "días de asuntos propios" en el muy privado, liberal y ejecutivo Instituto de Empresa. Sánchez se marcó un Julio César: fue, se hizo ver con su foto global y volvió victorioso a casa con su señora. Porque algunas esposas de los prohombres de la tierra van más de señoras que nunca: la amante, esposa y tutora de Macron, Brigitte, cuya presencia tiene algún sentido; la Melania de su Trump, toda espectacular; más las consortes de los presidentes japonés y chileno, Shinzo y Cecilia. Como nuestra Bego, ésta en un papel de requeterreparto. ¿Por qué se llevan a las mujeres o, en su caso a los maridos, cuyo único caso es el marido de Merkel (que no fue)? ¿Por qué no nos evitan sus tours de tiendas de alpargatas, bodegas con sangría, partido de pelota y coral de iglesia? ¿O es que lo importantes son los ágapes en la Cumbre?

Boris, el italiano Conte y el candiense Trudeau tuvieron a bien no llevar más acompañante que su gabinete. ¡Que se inviten a los bautizos y comuniones de sus chiquillos! Pero, no: ellas de turisteo mientras ellos debaten -no sé si mucho suponer- sobre el cambio climático y la Amazonia en llamas y la guerra comercial entre China y EEUU. Como suele decirse: machismo, no. Lo siguiente. "Lo tuyo es puro teatro", cantaba La Lupe.

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