La mujer del porvenir

Fue en la Segunda República cuando la mujer obtuvo el derecho al voto, por iniciativa de Clara Campoamor

El título de esta columna está copiado del primero de los dos trabajos que constituyen el tomo cuarto de las obras completas de Concepción Arenal. El segundo se titula "La mujer de su casa". Es un pequeño (gran) libro, espléndidamente encuadernado, publicado por Sucesores de Rivadeneyra, que lleva el sello de la librería de Victoriano Suárez (Preciados 48, Madrid) y la fecha de su publicación, 1895. Esta pequeña joya perteneció a la biblioteca personal de Eduardo Dato, abogado prestigioso y jurista (La Coruña, 1856), que desempeñaría importantes destinos políticos desde los últimos años del siglo XIX hasta su asesinato, siendo presidente del Consejo de Ministros, tal día como hoy en 1921.

Avatares, ligados a mi amistad con Alfonso, hijo de su hija María del Carmen, hicieron que fuera yo el privilegiado receptor de parte de la biblioteca del que presidiera el Consejo de Ministros a lo largo de tres periodos entre 1913 y 1921. Dato fue un gran reformador, director de la Revista General de Legislación y Jurisprudencia, creador del Ministerio de Trabajo y pionero de importantes reformas sociales ligadas al estatus laboral de la mujer. Fue asesinado en la Puerta de Alcalá por tres pseudoanarquistas catalanes -probablemente pistoleros a sueldo- Matéu, Casanellas y Nicolau. Uno de ellos, al parecer el jefe de la cuadrilla, Pedro Matéu, fue sacado a hombros de la cárcel de Valencia, como si fuera un héroe o acaso un torero, al advenimiento de la Segunda República.

En la entrada Al lector, Concepción Arenal escribe (1869, la a se acentuaba entonces): "Más bien te preveo hostil que te espero benévolo, lector, á quien por tanto no me atrevo á llamar amigo". Conviene leer a esta gran jurista, de talante liberal, funcionaria de prisiones y ensayista, a la que hay necesariamente que situar en primera línea de las reivindicaciones dirigidas a la igualdad ante la ley y ante toda clase de consideraciones sociales y laborales, de hombres y mujeres.

Fue en la Segunda República cuando la mujer obtuvo el derecho al voto, como consecuencia de una iniciativa de Clara Campoamor, del Partido Radical -republicano, liberal y laico, según el ideario al que siempre se adscribió Campoamor- y con la rabiosa oposición de Victoria Kent, del Partido Radical Socialista, que argumentaba para ello la dependencia de la mujer sometida a la influencia de sus (tiránicos) maridos y de la iglesia católica.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios