Padres primerizos, inexpertos, que tal día como hoy del año 1960 reciben a su esperado retoño. Ella, con toda la rebosante belleza que el inefable amor de la maternidad regala, y él con su bigotillo, a lo actor galán de antaño, grabándolo todo, todo, todo, en una cámara que todavía conservo y que ahora ocupa un estático espacio en casa como objeto vintage, decorativo e inerte; y, también, montones de fotografías que inmortalizan el momento en blanco y negro y que todos los miembros de la familia conservamos ya que son tantas las que hay que hay para todos: en la cuna durmiendo a pierna suelta, en brazos del padre con la baba caída, con la madre ofreciéndole su cálido regazo, con múltiples y diferentes muecas y carantoñas, en la cama del matrimonio con un sombrero a rayas más grande casi que su entonces pequeño cuerpo, dando los primeros pasos por el parque o la Plaza Alta rodeado de palomas… y así podría seguir hasta llenar todo el espacio.

De adolescente, yo ya le conocía, hipnotizó la mirada y a la vez que fotógrafo también se hizo poeta. Recuerdo sus primeras novias y su cuarto que empezaba a llenarse de tebeos y libros. El traslado a Granada a estudiar la carrera, entonces vivíamos en Ceuta. Su partida que me dejó nostálgica, mi hermano mayor que volaba. Mientras se le acumulaban las asignaturas de Derecho, más se enriquecía con tertulias, en revistas literarias, con poetas y en teatros… Nunca entendí bien el porqué comenzó esa carrera que como se esperaba dejó inconclusa; supongo que era demasiado joven e influenciable cuando se fue, apenas diecisiete años, como para saber por dónde quería que fuesen sus pasos. Y al volver, sin el título de picapleitos en el bolsillo pero curtido en cultura, con una buena carpeta de poemas, la pluma y la Olivetti en la maleta, se cruzó en su camino el oficio de periodista. Miro hacia mi librería y el rincón poético lo preside una foto suya en la redacción de este periódico para el que ahora escribo intentando sostener con absoluto respeto y amor todo el peso que en esta casa dejó su apellido.

Aquí te seguimos recordando: al hijo, al hermano mayor, al padre, al amante, al seductor, al amigo, al poeta, al periodista… Cada uno lo hace a su manera. Lo que es indiscutible es que tu otra mirada a todos los que te conocimos nos caló bien hondo y sigues muy presente.

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