ESTE viernes será de Dolores, pero el dolor ha llegado anticipadamente el día anterior, cuando se alcanzó la cifra de los 10.000 fallecidos por coronavirus y más de 800.000 empleos destruidos en marzo. El coronavirus se sigue cebando con España y es indudable que se debe en gran parte a la inacción del Gobierno; lo que sucedía en otros países del mundo obligaba, al menos, a tomarse el asunto en serio, sobre todo cuando la propia Unión Europea y la OMS enviaron mensajes de alarma aconsejando medidas de precaución. Que no se tomaron. Los españoles y, sobre todo, los colectivos sanitarios, Ejército y responsables de garantizar la seguridad ciudadana han dado el do de pecho que no han dado los gobernantes, y mal que bien se va capeando el temporal infeccioso, aunque todavía quedan semanas por delante hasta cantar victoria, hasta que llegue el día en el que se habrá vencido al Covid-19.

En cuanto al empleo, más que llorar por los que viven días de angustia, en lo que tendría que empeñarse este Gobierno, que no tiene motivos para presumir de eficacia en la gestión, es en cumplir el espíritu y la letra de los ERTE, que, como su nombra indica, significan reducción temporal de empleo.

Temporal. Las medidas que ha anunciado el Gobierno hasta ahora insisten en que se ayudará a las empresas obligadas a los ERTE a que puedan hacer frente a la situación de urgencia con moratorias fiscales y acceso a créditos que les permitan pagar sus gastos y sus cuotas; pero, desgraciadamente, contamos con un Gobierno que cambia sus promesas a conveniencia, y cuyo presidente está más pendiente de que se asuman las exigencias de Podemos que las que aconsejan los expertos en gestión económico. El presidente teme más la ruptura del Gobierno de coalición que la pandemia.

Lo que toca es esperar, y no lo que decía el político que lo urgente es esperar, porque con una gripe devastadora encima no se puede esperar, sino que las iniciativas deben tomarse sin perder en tiempo.Hay que estar preparados para que se incremente el número de víctimas mortales, y el esfuerzo humano está siendo inconmensurable y ejemplar. Falta ahora que el presidente del Gobierno se tome en serio la pelea contra el desempleo. Para ello es obligado que escuche las voces de los más capaces, porque hay otra manera de superar la crisis laboral que amenaza desde el horizonte. El problema es que, de momento, está más empeñado en agradar a Pablo Iglesias que en diseñar con expertos el proyecto que garantizaría una pronta recuperación del empleo ahora perdido.

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