Cambio de sentido

No nos metamos en eso

'La espiral del silencio', lo llamaba Noelle-Neumann; 'Calladita estás más guapa', lo llamo yo

Algo no va bien en el país, en la mesa o en la alcoba cuando nos invitan, si no a callar, a cambiar de tema (que es la forma menos cantosa de censura), vaya a ser que la tengamos y gorda, con lo bien que íbamos. Hasta el Rey en Navidades parecía aconsejarnos tener la fiesta en paz cuando decía que lo de Cataluña podía producir "fracturas emocionales, desafectos o rechazos entre familias". Se desaconseja la disensión en este u otro tema, contrariar o matizar la opinión dominante, sacar los pies del texto. La espiral del silencio, lo llamaba Noelle-Neumann; Calladita estás más guapa, lo llamo yo.

A menudo me encuentro con conocidos que me dicen "te leo cada martes" y a continuación añaden por lo bajo "aunque en algunas cosas no esté de acuerdo contigo". Qué alegría, lo primero, y qué alivio, lo segundo. A otra con unanimidades. No ya la democracia, la filosofía surgió de quienes, juntos, se hicieron las mismas preguntas y dieron distintas respuestas. Quiero tener más que ver con quien piensa lo contrario que yo que con quien no piensa. Con quien escucha sin miedo. Con quien habla y no gorjea en plan palomo. Con quienes piensan con la cabeza, no con las botas.

Este loco mundo está dando bocanadas inéditas de una variedad pesadísima de relío. Quienes hasta hace poco vertían su opinión incontestable, se sienten vilipendiados, silenciados y otras cosas muy dramáticas si se les rechista. A perder el privilegio de tener la última palabra lo llaman acoso. La dictadura de lo políticamente correcto existe, sí (con lo engorroso que es hablar con papel timbrado). Pero una desearía que lo políticamente incorrecto sirviera para algo más que para justificar bravatas clasistas, racistas o machistonas, para ir más allá -y no más acá- de la doxa, del añejo lugar común, de lo que está mandado. Ítem, hay quienes usan la cabeza para embestir (a ésos, mejor no arrimarse por delante ni gastar saliva en razones). Ítem, hay quienes están tan a favor como en contra de la censura, sin ver que decir sí a una sátira de Alá y no a otra del Cristo (o viceversa) es un contradiós. No me preocupa tanto la actual tendencia al grito en el cielo como las tentativas diarias de querer acallar -más que contestar, si el caso lo merece- lo que no nos cuadra, ¡con lo didáctico y divertido que resulta que cada cual se retrate y quede por lo que es! Ay, Atenea indómita, ¡quién nos iba a decir que la Sociedad de la Información y el Conocimiento -eufemismo orwelliano- era esto!

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