La palabra mantra procede del sánscrito y es fruto de la suma de dos elementos: el vocablo mans, que puede definirse como mente, y tra, que es sinónimo de liberación. Un mantra es una frase, palabra o sílaba sagrada que se recita como apoyo a la meditación o para invocar a la divinidad. Aunque parezca algo sólo para orientales, también los católicos tienen su mantra especial, repetido en letanías encadenadas, en el rezo del Rosario. Gracias a los mantras, lo que se consigue es que la persona que los recite pueda relajarse, concentrarse en una tarea determinada y también acabar con las divagaciones que desasosiegan su mente.

Existen también mantras laicos, con aroma a porro jamaicano, como aquel que cantaba Jimy Hendrix a ritmo de reggae: No woman, no cry. Les voy a confiar un descubrimiento casual que he hecho, gracias a mi costumbre de escuchar a la gente. Estoy seguro que algún psicólogo ya lo habrá descrito científicamente, pero como, pese a mis años, mantengo incólume la capacidad de sorpresa, no me resisto a comentarlo con ustedes. Un poner: unos padres acaban de sufrir el divorcio, sin niños de por medio, de su hijo ya madurito. Poco después, descubren que el susodicho se ha vuelto a enamorar. Hasta aquí todo normal, la vida suele dar segundas oportunidades, pero se le ponen los pelos como escarpias, cuando se enteran que el nuevo amor es una divorciada con un par de hijos adolescentes. Los amigotes le dicen con sorna al enamorado: Qué, ¿te ha dado ahora por los huevos Kinder? Ante la prevención de sus padres y la guasa de los colegas, el tipo entra en un estado propio de las generaciones actuales, ya que la mía nunca lo conoció y dolorosamente exclama: ¡Estoy agobiao! En ese punto, entra en escena la amiga compasiva que le recita el mantra postmoderno, la frase liberadora: "¿Tu estas bien?, pues ya está". He aquí el abracadabra, el abretesésamo, la llave del mandala que borrará todas las vacilaciones y el nota, anestesiado, se tirará de cabeza a su nuevo estado conyugal.

El mantra vale lo mismo para aquel que como canta Sabina, cambió a la familia por dos mulatas de culo obsceno, para el que se jugó su fortuna en el casino, mandó al garete al jefe o salió del armario con vocación tardía. Llegado a este punto, me remuerde la conciencia. ¿Quien soy yo para criticar estas cosas?. Pensándolo con modernidad, saben lo que les digo: ¿Yo estoy bien?, pues ya está.

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