Los males estructurales

Aquí cerca, en el Campo de Gibraltar, estamos sufriendo una campaña terrible de descrédito

Para un observador que ignore la historia, España debe de parecerle un Estado fallido. Derechas e izquierdas han alimentado, por intereses grupales, el monstruo del nacionalismo, siempre mezquino, supremacista y xenófobo. El sistema español distorsiona la realidad aumentando el peso de los partidos que se circunscriben a territorios menores. Como consecuencia de ello, es frecuente que se necesite el apoyo de los que entienden la política no como un servicio al Estado y al ciudadano, sino como una confrontación en la que de lo que se trata es de obtener ventajas de unos sobre otros.

España tiene graves problemas estructurales. Los tiene con las autonomías, a las que se han dado unas competencias que abundan en las desigualdades y fomentan el localismo disgregador. Por más que pueda tenerse por políticamente incorrecto; lo que, francamente, a estas alturas de mi vida, me trae completamente sin cuidado; creo que es mala cosa que haya territorios en donde existan lenguas cooficiales que puedan competir en protagonismo con la que es oficial en el Estado. Más aún cuando ésta es una de las pocas que pueden ser tenidas como referentes universales. La educación, la hacienda, la administración de justicia y la sanidad no debieran escapar jamás del control del Estado.

Nuestros males estructurales son de todos los tamaños. Sin una reforma a fondo del mercado laboral, sin que se incentive la competencia, la productividad y el esfuerzo, no hay nada que hacer, por más que nos inventemos historias para ir tirando. La falta de autoridad en el ejercicio del poder y en la aplicación de las leyes nos está conduciendo a un caos político social que amenaza incluso a la integridad del Estado. Hay una crisis de liderazgo, ciertamente, pero es consecuencia de la de valores. La mediocridad que impera entre la clase política, llena de oportunistas y conseguidores, es el resultado de la infravaloración del esfuerzo y de la sublimación del igualitarismo.

Aquí cerca, en el Campo de Gibraltar, estamos sufriendo una campaña terrible de descrédito que, sin que se perciba su simultaneidad, surge paralelamente al "brexit". Tal vez los ciudadanos de la comarca no se percaten y nuestros políticos no se quieran percatar de esa coincidencia, empeñados en ignorar el ambiente creado por la presencia y afanes de la colonia, y la sigilosa inversión en su imagen, que a costa de su entorno, practican en Convente Place.

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