La mala práctica

La democracia es libertad para elegir, pero también es la asunción de lo que de la elección resulta

Estoy en pleno pasmo desde que el asunto del Brexit tuvo el desenlace que tuvo. Vaticiné que los ciudadanos de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, en su conjunto, votarían quedarse en la Unión Europea, donde, como es habitual en ellos, ya gozaban de una situación de privilegio. Que la permanencia ganaría por goleada en Gibraltar, era elemental. La colonia es un gran parásito de lo que la rodea, no podría sobrevivir sin albergar las vergüenzas de su entorno y a ello debe el pan y la sal de que gozan en abundancia sus moradores. Estaba recuperando el tono cuando llegaron las primarias del PSOE y me atreví a pronosticar el triunfo de Susana Díaz. El error me sumió nuevamente en el pasmo y ya ni siquiera me atrevo a predecir que los estibadores acabarán saliéndose, básicamente, con la suya después de dejar el puerto de Algeciras como unos zorros.

La democracia directa o participativa, como llaman los movimientos asamblearios a su sistema, conduce al dislate. Y la razón pierde hasta sus más simples mecanismos deductivos. La democracia no necesita ser reinventada, lo que necesita es ser respetada. Ya hace bastante tiempo que salió del rodaje y han pasado muchas desgracias para que la ignorancia o la maldad traten de convencernos de que hay que empezar de nuevo. De que todo lo que se ha hecho hasta ahora no sirve para nada. No diría yo que el panorama que ofrecía el PSOE con sus alternativas para las primarias, fuera como para animarse, pero el desenlace; ciertamente, contra corriente; es lo peor que le podía pasar a esta especie de socialdemocracia diluida en sus propias contradicciones que sufrimos los españoles. Sánchez es un trasunto empeorado de Zapatero, es el relevo que ha encontrado el príncipe de las tinieblas, para remover el brasero del resentimiento. Y ahí está, viendo a ver cómo llega cualquiera que sea el precio y la compaña.

Del mismo modo que no hay nada que repartir ni cómo subvencionar si no hay creación de riqueza, no hay democracia sin jerarquía y sin respeto al resultado y a la norma. La democracia es libertad para elegir, pero también es la asunción de lo que de la elección resulta. La nula confianza en la fiabilidad del grupo elegido, que suponen las primarias, y lo mucho que tienen de recurso a la manipulación del colectivo, son una verdadera descalificación del sistema, pues se vacía de contenido lo que de la práctica misma de la democracia resulta.

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