Los debates a varios son casi inútiles, y aún más si los actores son líderes indiscutidos de sus grupos, como sucedió el pasado lunes. El de las mujeres de la Sexta no añadió nada. Pero, por si fuera poco, estamos ante frentes de primera línea que dejan mucho que desear. Los analistas han dado, con el rubor inducido por la progresía, a Santiago Abascal por vencedor en el debate y a su Partido por poderosa fuerza emergente; mientras suavizan la observación con la debida concesión a la supuesta coherencia de Pablo Iglesias, cada vez más integrado en la casta y camino de convertirse en un pequeño saltamontes tibetano. Los extremos, dicen y escriben voceros y escribas, han brillado en la oscuridad generada por sus homónimos.

Con un tente que ahí estamos, llegamos fanés y descangayados a la jornada decisiva, con el voto en ristre. Habrá variaciones, pero me atrevería a decir que lo más relevante de los resultados que conoceremos bien caído el sol; y sospecharemos al final de la jornada, cuando empiecen los recuentos y nos den los resultados de la encuesta a pie de urna; será una espectacular subida de Vox -tal vez se encarame al tercer puesto-, que junto a una más moderada del PP pondrán al alza la banda derecha del espectro. Un PSOE a la baja será la trompeta anunciadora del cercano eclipse de una izquierda que recurre a trampantojos de políticos, a falta de algo presentable.

Ya no son sólo los que gustan del alarde, quienes se declaran decididos votantes de Vox, sino que muchos de los que se tenían por de la "derecha civilizada" también hablan de Vox como primus inter pares. Abascal y los suyos parecen los únicos que creen en lo que dicen y su desparpajo y osadía a acudir abiertamente a lo políticamente incorrecto, produce un efecto de atracción irresistible en un electorado cansado de digo diego donde dije digo. Lo de Vox no es nuevo ni peculiar, ni mucho menos endémico; ocurre siempre que la democracia se debilita y los Estados pierden dignidad, personalidad y coherencia.

Suceda lo que suceda hoy, el sistema necesita que se demuestre su validez posibilitándose la gobernabilidad. El ascenso de Vox a cotas inimaginables hace pocos meses, indica que es necesario y muy urgente revisar el estado de la cuestión. Porque, en definitiva, es -dislates aparte- el único Partido que cuestiona supuestos asumidos por la axiomática de la Transición. La luz no se hará del todo, desde luego. Se haría si la democracia estuviera bien administrada y fuera interpretada en sus justos términos.

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