Siempre fue un tipo reservado y taciturno, muy educado, eso sí, inteligente, eso también, a tal punto que se sacó la carrera de Ingeniero de Caminos del tirón. Cuando volvió a casa con su madre, viuda de una familia de posibles, decidió prepararse unas difíciles oposiciones y ahí empezaron sus desdichas. No salía de su habitación, ni para ir a misa los domingos. Su amantísima madre, le llevaba la comida y la cena en una bandeja. Hasta se cabreaba cuando de vez en cuando entraba la muchacha a limpiar su cuarto, porque lo descentraba. Al año, la novia que tenía decidió que se le estaba pasando el arroz e hizo mutis por el foro, cosa que pareció no importarle. Le pasó lo mismo que a Don Quijote: de tanto andar entre libros, perdió la chaveta. Como el Caballero de la Triste Figura, salió al campo a "desfacer entuertos" que en su caso fueron escribir extrañas pintadas en las paredes que decían que si te dolía la cabeza, te estaban espiando los americanos con un láser y versos de un romanticismo surrealista. Su madre le llamaba cariñosamente "mi loquito" y el mote hizo fortuna entre los cachondos del barrio, de tal forma que todos le llamaron ya así.

Pero "mi loquito", encontró una actividad placentera que desencadenó la alarma social en el bloque. Se empicó en cogerle el culo a todas las vecinas con las que se cruzaba en la escalera o en el ascensor, sin discriminación de edad o condición. Los vecinos se quejaron a la santa de su madre que poco pudo hacer y el problema persistía. Denunciaron en Comisaría, pero entonces no disponían de protocolos de actuación para estos casos y decidieron dejarlo correr, pasándole el caso a Sanidad. No sabemos la causa exactamente, pero "mi loquito" rodó por las escaleras con el resultado de un par de costillas rotas y otras lesiones menores. Unos dijeron que se resbaló accidentalmente, pero en el barrio corrió la voz de que los vecinos hartos, le habían practicado un Fuenteovejuna, en toda regla. "Mi loquito", salió del hospital magullado y ya no se le conocieron aventuras, más allá de responder al "introito" de un cura en misa cantada, con el "Amarillo es, amarillo es" del Submarino de los Beatles.

No se engañen con el tono frívolo de mi relato. A nuestro alrededor muchas familias, están viviendo la tragedia de tener un enfermo mental grave, en su seno. Mucho se ha avanzado, sobre todo en Farmacología, pero todavía queda mucho por hacer y recaudar dinero para ello, no es fácil.

Nadie está a salvo ni de entrar en una cárcel, ni de contraer una enfermedad mental que no es más que otra prisión, con los barrotes invisibles.

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