Así se denomina una de las fábulas de Fedro, autor romano que recogió el testigo del griego Esopo en lo referente a ese tipo de composición literaria. "Un lobo y un cordero acuciados por la sed acudieron a un mismo riachuelo. El lobo se situó por delante y el cordero se detuvo aguas debajo de aquel. Entonces, empujado por su feroz glotonería, el lobo buscó un pretexto para pelearse. - ¿Por qué -dijo- enturbias el agua que estoy bebiendo? El cordero, atemorizado, respondió: -Perdona, ¿cómo puedo hacer yo eso, si bebo el agua que pasa antes por ti?". La inapelable lógica del cordero -compartida, sin duda, por cualquiera con sentido común- de que, amparada en la fuerza de la gravedad, el agua arrastra los residuos e impurezas desde la parte alta a la baja del cauce del rio, ridiculiza la débil argumentación del lobo. "Y aquel, derrotado por la evidencia del hecho, dijo: -Hace seis meses hablaste mal de mí. Y el cordero rebatió: - ¡Pero si aún no había nacido!". Ofuscado por tan contundente razonamiento, el lobo responde con un nuevo pretexto: "- ¡Por Hércules! Fue tu padre el que habló mal de mí- dijo el lobo e inmediatamente se le echó encima y lo despedazó hasta matarlo. De la fábula se desprenden dos lecciones: que quien tiene el poder busca continuamente legitimarse y que, si las razones que expone para tal fin son rechazadas, recurre al expeditivo (no) argumento de la fuerza.

Un discurso tan endeble como el del lobo de la fábula, es el que suele emplear el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, para intentar convencernos de su gran valía política y de lo necesario de su liderazgo para que España refulja en el mundo como adalid de los países democráticos. Sánchez hace gala de su defensa a ultranza de la nación española pero, al mismo tiempo, se ha aliado para conquistar el poder con separatistas, filoetarras y radicales de todo pelaje cuyo principal objetivo es, paradójicamente, dinamitar España. Pretender conciliar la exaltación de España (de palabra) con su virtual aniquilamiento (de obra) equivale a aquella descabellada pretensión del lobo de persuadir a su víctima de que sedimentos y vertidos se desplazan a contracorriente del agua. Cuando el presidente (y sus adláteres) se han visto desbordados por los reproches a tan flagrante incongruencia, han intentado salir del atolladero recurriendo, como el lobo, a una extemporánea ocurrencia: ¡desenterrar a Franco de su tumba en el Valle de los Caídos! En cuanto a "merendarse" (políticamente, en principio) a quienes no les compren su discurso, puede que Sánchez llegue a hacerlo porque, incomprensiblemente, tiene el beneplácito de muchos "corderos" que sintonizan con sus disparatados argumentos.

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