Desde hace unos días me ronda un verso de un poema de Blas de Otero, Me llamarán, en aquel que dice: "Me llamarán, nos llamarán a todos". Siempre lo asocio a las fases electorales, esas por las que personas de mi generación, anteriores y posteriores tanto suspiramos. Estas palabras surgen ahora, cuando inconscientemente recuerdo ese tiempo en el que deseábamos tanto participar. Pero ahora, tras casi 45 años desde que los españoles recuperamos un sistema democrático, una atmósfera deprimente nos envuelve.

Reconozco que a mí también estas elecciones que se avecinan el próximo domingo me hacen sentir incómoda e irritable. Se ha ido creando una situación de toxicidad en parte como respuesta a estos tres últimos años donde la Naturaleza y la Economía se han unido para hacernos difícil respirar, y porque, como letanía entre unas y otras tendencias políticas, se están colando, se han colado ya esas ideas letales, de forma no silente, de hartazgo y pasotismo. Estas sensaciones están transmitidas entre bulos con mucha opinión y poca información, en ondas concéntricas que se despliegan sin dar lugar a intercambio de datos entre los distintos pensamientos y acaban con el epílogo, como si fuese un estrambote: "Y además para qué, si son todos iguales". Con esto, para colmo, se reivindica esa absurda idea de "yo no soy político" que, en todo caso, se debería precisar con un "no sé mucho de teoría política" o "me gusta más (yo que sé) el teatro"; porque todo lo que hacemos está teñido por nuestras tendencias ideológicas, porque negar que somos animales políticos es absurdo (lo sé, eso ya lo dijo Aristóteles hace 2.500 años) aunque haya personas que nunca se lo hayan planteado y no sepan qué significan esas palabras. Se compra, se lee, se planifica desde una forma de entender la vida. Todo lo que hacemos es "tendencioso", porque es el reflejo de nuestra propia personalidad y porque vivimos en comunidad aunque seamos rabiosamente individuales. Así que el próximo domingo, muchos pensándonos qué hacer hasta veinte minutos antes, iremos y votaremos (o no) en conciencia, conforme a nuestros pensamientos o sentimientos, cada uno con su forma de entender la vida. Incluso los que quieren quitarnos el derecho de pensar distinto.

Termino con Otero, que lo dice mejor que yo: "Pero tú, Sancho Pueblo, pronuncias anchas sílabas, permanentes palabras que no se lleva el viento…".

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