Aunque, técnicamente hablando, el libro no es más que un soporte donde se almacenan y registran datos y, al día de hoy, existen herramientas tecnológicas que superan con mucho al texto contenido en unas cuantas hojas pegadas (o cosidas) al lomo y salvaguardadas por las tapas; no cabe duda alguna de que es una de las creaciones más relevantes del ser humano al haberse convertido desde tiempo inmemorial en el artefacto esencial para transmitir conocimientos y ejercer, de hecho, de motor en el progreso del hombre. De entre la infinidad de libros que se han escrito hay unos cuantos que marcaron un punto de inflexión en la historia del pensamiento humano y cuya vigencia se ha extendido en el tiempo mucho más allá de su impacto inicial. Por ejemplo, la Biblia (el primer libro impreso y base de dos de las grandes iglesias monoteístas, judaísmo y cristianismo) ha sido determinante para la configuración del mundo tal como lo conocemos, aunque ahora sea otro, el Corán, el que pretende remodelando. "Los Principios matemáticos de filosofía natural" de Isaac Newton fue una de las grandes obras científicas de la historia y la base de la mecánica clásica con el enunciado de las tres leyes del movimiento, la ley de gravitación universal y la trayectoria de los planetas. Adam Smith fundó la economía moderna en "La riqueza de las naciones" poniendo las bases del capitalismo y el pensamiento liberal. "El Manifiesto Comunista" de Marx y Engels ha sido otro de esos libros que, para bien o para mal, ha condicionado la vida (y la muerte) de cientos de millones de personas y sin duda "El origen de las especies" con su teoría de la evolución y la selección natural es tan trascendente para la biología y las ciencias naturales como lo fue la obra de Newton para la física y las matemáticas. Sin embargo, de entre todos los libros que han supuesto un cambio de paradigma en la manera de ver el mundo, el más drástico fue "De Rerum Natura" un singular "poema científico" escrito hace dos mil años por Lucrecio, autor romano del que apenas sabemos nada. La excepcionalidad de este texto reside en argumentar ¡en verso! que los seres humanos no deben de temerles a los dioses. Siguiendo a Epicuro, Lucrecio afirma que el Universo está compuesto de pequeñas partículas indivisibles (los átomos) y el vacío que existe entre ellos. No existen fuerzas sobrenaturales que controlen nuestro destino y, por ello, "así como no le tememos a la nada que vino antes de nacer, no debemos temerle a la nada después de la muerte". Lo curioso de este portentoso libro es que durante muchos siglos estuvo perdido y solo fue gracias al erudito italiano Poggio Bracciolini que en una aventura que en nada desmerece a "El nombre de la rosa" o "El código Da Vinci", logró copiar el único manuscrito existente en el monasterio alemán de Fulda.

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