Para la libertad

El personaje, el alcalde de Zalamea, pone de manifiesto el valor de la individualidadLa inspiración marxista, el pensamiento único, no acaba de evaporárseles de las entretelas

Con palabras así como establo o pesebre se alude a veces, a un instrumento que emana de algún poder, por medio del cual se tiene agarrada o se activa, según los casos, a una tropa de sujetos que se prestan a la dependencia. Es curioso que, siendo una variante de la corrupción, no se tenga entre las corruptelas. Yo creo, empero, que ni siquiera en situaciones extremas, debe perderse la dignidad. Adoro esos versos de Calderón que decían; "Al Rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios". No hay que ser monárquico ni creyente, para admirar ese maravilloso versículo de una de las grandes obras clásicas de la literatura española.

El personaje, el alcalde de Zalamea (de la Serena), Pedro Crespo, pone de manifiesto el valor de la individualidad frente a las instituciones. Lo recordaba a cuento de que uno de esos sujetos mendicantes que circulan por estos pagos, me aludía, días atrás, en una radio local, con miedo a que se notara. Se refería a mi tesis, razonada y objetiva, de que mientras la verja británica de Gibraltar siga siendo sendero y la colonia mantenga sus privilegios, no podemos esperar nada de una reconducción del contencioso. Porque para que un sistema se mantenga en equilibrio es imprescindible que en su estructura, se ofrezcan en todas direcciones los mismos incentivos. No me suelo detener en esos personajillos de escasa altura moral, pues, aparte de que no acabaría nunca, al fin y al cabo no hacen sino lamer la mano del que les da de comer. Pero aún así, no quisiera que creyeran que les ignoro por completo. Además, si no hubiera tontos no habría pillos.

El personal puede observar estos días, el elevado número de teclas que toca el largo, rico y dadivoso brazo que se articula desde los sótanos de Convent Place. Todo el frente político de la izquierda en activo, sin desdeñar el pasivo, está siendo tocado. Es fácil, la izquierda española, civilizada o salvaje, jamás tuvo sentido de Estado. Dan por válido todo lo que pueda desgastar al Partido que gobierna. No conciben que la derecha pueda llegar al poder con pulcritud democrática y por eso se les escapan cosas así como que "el dinero público no es de nadie" y otras tragicómicas perversiones del lenguaje. La inspiración marxista, el pensamiento único, no acaba de evaporárseles de las entretelas. Por más que hayan evolucionado hacia la economía libre de mercado y parezca que asumen el concepto de libertad emanado del liberalismo.

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