En 1940, durante la segunda guerra mundial, un joven ingeniero que dirigía la fábrica de lápices The Cumberland Pencil Company, en Cumbria, recibió la orden de presentarse urgentemente en un extraño Ministerio de Suministros de Ropa y Departamento Textil, radicado en Londres. En realidad ese Ministerio era una tapadera para un laboratorio que fabricaba dispositivos en miniatura y tintas secretas para los agentes del MI6, MI19 y el SOE. Allí Fred Tee, que así se llamaba el director, fue entrevistado por Charles Fraser-Smith. Este último fue el auténtico "Q", inmortalizado en las películas de James Bond. El motivo de la llamada era sondearle sobre la posibilidad de fabricar un lápiz especial que contuviera en su interior una pequeña brújula y unos planos en miniatura, disimulados de tal manera que pasaran desapercibidos en los registros. El destino final de los lápices, era incorporarlos a los equipos de supervivencia de los pilotos de la RAF.

Tras cinco días trabajando con su ayudante, secretamente, de noche y sin encender las luces de la fábrica, Tee encontró la forma de colocar la brújula y los mapas, en el espacio interior del lápiz, dedicado a alojar la mina de grafito. En paralelo, una fábrica textil desarrolló una finísima lámina de seda que permitía la impresión de los mapas, y obtuvieron las brújulas de una fábrica relojera de precisión. Se desarrolló también un proceso para que los mapas fueran invisibles y sólo se pudieran leer impregnándolos de orina, pero se desechó por razones prácticas. En el más estricto secreto, llegaron las piezas a la fábrica y por la noche, con un reducido número de operarios de confianza, se armaron uno a uno. Todos firmaron el Acta de Secretos Oficiales que preveía pena de muerte para los filtradores. Tres mapas enrollados con una precisión de no más de 3 milímetros, se introducían en un lápiz negro de cedro, con la marca de la compañía y tapados con la brújula encolada al cilindro de metal que contenía la gomita de borrar. Aparentemente un lápiz normal que escribía y podía ser afilado, como otros miles. Los lápices numerados con el "101" contenían un mapa general de Alemania mientras que los "102", "103" y "104", detallaban rutas de escape a Holanda, Bélgica y Suiza. Como todo fue secreto, nunca sabremos cuántos pilotos caídos en tierra enemiga, lograron salvar sus vidas gracias a ese humilde lápiz. Hoy se vende como suvenir en el Museo del Lápiz en Keswick que acabo de visitar, debido a la insistencia y al amor por los lápices, de mi amigo el Dr. No.

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