¿Y tú con quién te juntas?

Tarradellas, una figura legendaria que rebosaba dignidad y elegancia, advirtió del mal que anidaba en Pujol

Hace más de un lustro, Francesc de Carreras, catedrático y dado a esto de escribir en los periódicos, recopiló una parte de sus artículos en un libro que tituló "Paciencia e independencia" (Ariel, 2014). El término "independencia" está mal empleado, pero eso no obsta para valorar el interés de las reflexiones de este catalán observador de la trayectoria reciente del catalanismo. Cataluña es parte de España y nunca fue otra cosa. De modo que puede hablarse de separatismo pero no de independentismo. No puede provocarse independencia donde no hay dependencia, pero si separarse de lo que se forma parte. No es sólo una cuestión semántica sino también conceptual.

Aquella coalición que se llamó "Convergència i Unió" (CiU) era el aparato político de la gran burguesía catalana. De corte liberal con un pellizco democristiano; el que, casi a título testimonial, le añadía "Unió"; se creó en vísperas de la Transición, alrededor de Jordi Pujol, un nacionalista compulsivo, educado en el Colegio Alemán de Barcelona bajo la disciplina, entonces, del Nacional Socialismo. Unión no tenía mucho que hacer, pero añadía solera donde no la había. CiU fue un matrimonio de conveniencia en el que un partido de 1931 pulía y daba esplendor al neonacionalismo catalán. Éste se retroalimentaría del silencio obligado y la postergación sufrida durante el régimen del general Franco. Por su parte, Josep Tarradellas, un histórico de la socialdemocracia pancatalanista, Esquerra Republicana de Cataluña, regresó del exilio, se entendió con el presidente Suárez y ayudó a la reconciliación.

Tarradellas, una figura legendaria que rebosaba dignidad y elegancia, advirtió del mal que anidaba en Pujol - "Tot i que ho dissimula molt bé, és un intolerant i un fanàtic" (Aunque lo disfrace muy bien, es un intolerante y un fanático)-. Su famosa y extensa carta al director de La Vanguardia, un castellano afincado en Cataluña, hace casi exactamente cuarenta años, fue una advertencia profética que está al alcance de todos en la Red. De añadido, en la literatura periodística de Carreras y otros, y en la lectura del proceder del nacionalismo catalán durante las Repúblicas, todo está dicho o escrito. Era cuestión de darse cuenta. La degradación ha sido tal, que hoy en la política catalana ya no se pregunta cuál es el programa o cuáles son los propósitos de sus actores para mejorar la vida de los catalanes sino con quiénes se juntan.

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