Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

A la italiana

Como nos descuidemos estamos otra vez votando después del puente de Todos los Santos

No es cierto que vayamos a terminar echando de menos el bipartidismo. Lo echamos ya. Desde que el mapa político se fragmentó con la aparición primero de Podemos, después de Ciudadanos y, por último, con el estrambote de Vox, las cosas no han ido precisamente a mejor. Más bien lo contrario. Como nos descuidemos -bueno, nosotros no podemos cuidarnos ni descuidarnos, que ya no tenemos ni arte ni parte en la cuestión- estamos otra vez votando diputados y senadores después del puente de Todos los Santos, con lo que seguramente batiremos un récord europeo o mundial de convocatorias electorales. Todo depende de que el pulso entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se resuelva o no. Y no está fácil porque cualquier solución significaría que uno gana y el otro cosecha una derrota espectacular. Cuando la cosa estaba clara entre PSOE y PP e incluso había un turnismo no declarado nos quejábamos, con razón, de que el modelo estaba agotado y que la crisis económica de 2008 lo había hundido para siempre. Entonces apareció Podemos como aglutinante casi a partes iguales del cabreo de muchos por cómo se habían gestionado las cosas y de la ilusión de miles de jóvenes que pensaron, otra vez, que debajo de los adoquines estaba la playa. Hoy de todo aquello no quedan ni las raspas. El partido tiene todos los males de los antiguos, multiplicado por el personalismo de sus dirigentes, una pareja a la que en los pasillos de la sede llaman los Ceausescu. Con eso está dicho todo.

Ciudadanos representó el nacimiento de una opción equidistante del PP y del PSOE, profundamente liberal y con capacidad de entendimiento. Pero de pronto Albert Rivera decidió subirse en una moto y emprender veloz carrera. Tiene toda la pinta de que va a terminar derrapando en alguna curva o incluso estrellándose contra una pared. Primero en Cataluña, donde los electores le dieron una victoria que desperdiciaron, y ahora en el conjunto de España, donde tienen en su mano garantizar la estabilidad, saben equivocarse en todo y no acertar en nada. Si no fuera porque el PP está en sus horas más bajas en muchos años, Ciudadanos podría estar ya camino de la irrelevancia.

Lo cierto es que por estas y otras razones España vive cada día más en un modelo a la italiana, en el que los políticos están entretenidos con sus luchas internas y externas mientras el país vive mirándolos desde lejos y dedicado a construir una sociedad más sólida y autosuficiente. Hasta el punto de que cada día más gente se pregunta que para qué demonios sirven los políticos.

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