Seimpre había sentido curiosidad por ese espacio oculto que se encierra detrás de una verja, al que llegaba dando un paseo por el istmo artificial que va desde la Playa Chica de Tarifa. La Isla de las Palomas que caracteriza la hermosa geografía marítima tarifeña, aparece como un misterio encerrado entre murallas, a cal y canto. Estando en estas, asistí a una charla amena de Ángel Sáez, ilustrada con unas impactantes fotos tomadas en el interior de la Isla. Otras bellas fotos submarinas de Carlos Serrano, filmadas en su entorno rocoso me decidieron a buscar la forma de visitarla. Resultó muy sencillo a través de internet y al mediodía de un sábado fuimos al encuentro de nuestro guía, joven, cordial y documentado, en la puerta del recinto.

La banda sonora de la Isla de las Palomas, está compuesta a partes iguales del ruido de las olas, en su combate eterno contra las rocas, el ulular del viento y los graznidos de las miles de gaviotas que la disfrutan. Sólo hay una parte que no se puede visitar, el lugar donde se encuentra el CIE, encierro de migrantes. Es un ejemplo más, de cómo la sociedad trata siempre de mantener ocultas sus vergüenzas. Existen dos tipos de vestigio de la presencia militar en el paraje: los edificios derrumbados y los que están a punto de derrumbarse. Todavía pueden verse los antiguos aljibes para la recogida de agua de lluvia, los polvorines semienterrados y las viejas troneras.

La sensación de decadencia cambia, recorriendo las pasarelas junto al mar en la parte sur, en torno al faro. Las vistas son maravillosas junto a Punta Marroquí, el auténtico sur del sur de Europa. Allí rompimos la tranquilidad de unos naturalistas que se dedicaban al avistamiento, con sus instrumentos de observación. La sensación que me quedó tras la grata visita, es la de que ese patrimonio tan maravilloso de los tarifeños, no merece el olvido ni la desolación a que está sometido. No se si los responsables políticos tendrán alguna idea al respecto. Si no la tienen, dense una vuelta por la Bretaña francesa y verán cómo se aprovechan allí. La Isla es tan grande que pueden compatibilizarse diversos usos.

Ya sé que los conservacionistas desearían dejar las cosas como están, libres de pecado, pero tengo para mí que el mayor pecado que se puede cometer, es no saber qué hacer con la Isla. Si no puede disponerse de dinero público, búsquese la inversión privada con todos los debidos controles ecológicos.. Y si al final optan por dejar todo como está, por favor, cámbienle el nombre por Isla de las Gaviotas, porque eso, es lo que ahora es.

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