De intelecto

La presencia del intelecto, la convivencia con la tristeza inherente a la consciencia de la realidad, es el mayor consuelo del ser humano

Antonio el Triunviro tuvo su momento histórico, y uno se lo imagina con la griega Cleopatra y con sus dos mellizos, pero nunca debemos olvidar que la grandeza real de un ser humano es su capacidad para no generar dolor, y lamentablemente éste causó cientos de miles de muertos por una ambición personal que, hoy, es nada; ya está pensando alguien, con ese velo humano que nos impide ver la realidad, que estamos viviendo de su legado, yo lo miro distinto: él no es, y si no hubiera causado ese sufrimiento la realidad sería otra y no pasaría nada.

Carvajal y Robles (apellidos redundantes) escribió a principios del XVII sobre la conquista de Antequera con su Peña de los Enamorados pero, como en toda épica sobre liberaciones, el preconcepto de la eternidad (o deriva divina) de los exaltados da el argumento, porque cuando no miramos lo humano sino que construimos un dique expulsando a quienes no sean como nosotros, somos racistas sin ser conscientes, la eliminación del otro se justifica en la superioridad de nuestros objetivos, y vivir así no es tener la razón sino ser un asesino, a veces forzado e inconsciente.

Milena, que intercambió cartas con Samsa, digo Kafka, tuvo palabras de compasión para cuando él nos dejó, y terminó sus días en un campo de exterminio nazi. Qué puede justificar el asesinato de esta mujer, ella, Milena Jesenská, con su vida, sus pasiones, sus amores, sus cosas, sus sufrimientos... Nada se puede argumentar, y si lo hay: yo lo niego. La presencia del intelecto, la convivencia con la tristeza inherente a la consciencia de la realidad y, al mismo tiempo, la alegría de vivir que provoca saberse natural y mortal, sin fantasmas sobrevivientes, es el mayor consuelo del ser humano, jamás son los dioses más allá del plano astral. Hablar con gente culta, tolerante, sabia, curiosa, conocedora de las bondades de la vida y de su animal de fondo, capaz de verse en el Arte, en el espacio sin fin de un buen cuadro, la melodía cósmica de una obra musical, la reflexión preverbal de un poema o la narración mítica de una prosa, de aquella que más busca su propia vida que juzgar a los demás, es lo mejor que la vida puede depararte. Pienso con desconsuelo en esa mayoría que no ha tenido ni tiene la oportunidad de elevarse sobre sobre la miseria cotidiana, y cuando empieza la misericordia, de repente, cuento de final truncado, me veo como una de sus víctimas. Lástima.

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