Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

El insulto

Iglesias se cree aún la esperanza de la izquierda sin percatarse de que el PSOE lleva tiempo a la espera que caiga

Dijo el pasado martes nuestro vicepresidente segundo del Gobierno: "Hay que naturalizar que, en una democracia avanzada, cualquiera que tenga una presencia pública y cualquiera que tenga responsabilidades en una empresa de comunicación o en la política, está sometido tanto a la crítica como al insulto en las redes". Yendo por partes, y pese a que algunos colegas de profesión se hayan rasgado las vestiduras por ello, tengo poco que objetar respecto a "la crítica" a la que todo profesional está sometido a la hora de que se valore su trabajo, ya sea político, periodista, juez, carpintero o miembro de la Casa del Rey. Cuestión aparte es "el insulto". Iglesias, en lugar defenderlo como algo inevitable y consustancial a nuestra existencia, debió haberlo rechazado y condenado. Así, los españoles no nos hubiésemos quedado con la sensación de que un alto responsable del Ejecutivo se dedica a alentar la crispación y a justificar los ataques de tipo personal, aunque me temo que fue justamente lo que pretendió. Su reflexión no tuvo lugar en el fragor de un debate en el Congreso o de un mitin electoral, sino en una comparencia oficial nada menos que en el Palacio de la Moncloa tras la reunión del Consejo de Ministros. Sus palabras estaban meditadas e Iglesias era consciente de su alcance.

Cualquier periodista con trienios en el ejercicio de la profesión atesora una larga lista de presiones, descalificaciones y hasta amenazas -directas o indirectas- por parte de personajes de todo tipo, desde entrenadores de fútbol a cargos políticos que se han molestado por la crónica de un partido, por una foto que estiman inconveniente o un pufo en su gestión. La lista es larga y, a veces, hasta divertida. Otras muy desagradables, hasta el punto de que han acabado en los tribunales. Ahora bien, el hecho de que sea un vicepresidente del Gobierno quien, precisamente, legitime públicamente el insulto contra los periodistas y sus empresas representa en sí mismo una amenaza de calado contra los profesionales que ejercemos la libertad de información. Insisto: todo lo contrario de lo que le correspondería hacer como número tres del Ejecutivo.

Con sus declaraciones, Iglesias puso en práctica la vieja táctica de atacar a los medios y periodistas que han puesto en solfa y con razón, y sin insultos, sus vagas explicaciones sobre lo ocurrido en el llamado caso Dilna y en el que está a un paso de pasar de ser acusador a investigado.

El líder nacional de Podemos se cree aún la esperanza blanca de la izquierda española sin percatarse de que el PSOE lleva tiempo haciendo cuentas a la espera de que caiga políticamente, y quién sabe si también penalmente, para recoger los votos de Podemos.

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