De indultos y manifestaciones

El indulto constituye un despropósito y deja al Estado en una situación de humillación

Anda Pablo Casado y todo el Partido Popular tentándose la ropa con la decisión a tomar ante la manifestación convocada en Madrid por la plataforma Unión 78 encabezada por Rosa Díez para el próximo 13 de junio. En principio, y dada la abundante dosis de indignidad que rodea al indulto que ya tiene decidido el Gobierno, podría entenderse como un exceso de prudencia, rayano en la cobardía, ese como ponerse de perfil ante la llamada social a la protesta, no vaya a ser que el hábil realizador de La Sexta coja el plano deseado por Ferreras (me los imagino a los dos, como el entrenador que da instrucciones al jugador antes de saltar al terreno de juego…) y ya tengamos la ansiada imagen de Pablo junto a Santi de aquí al final de la legislatura.

Yo entiendo perfectamente la intranquilidad que debe vivirse en Génova 13. Ahora que el viento parece que ha empezado a virar por fin y el Gobierno no hace más que hundirse en sus propias miserias, venga otra vez con las banderas a la Plaza de Colón, donde no tienen absolutamente nada que ganar. El indulto a los trece condenados por sedición, con la posición totalmente en contra del Tribunal Supremo y la Fiscalía, constituye tal despropósito y deja al Estado en tal situación de humillación ante los que no sólo no se arrepienten sino que tienen el descaro de afirmar que lo harán de nuevo, que cualquier persona con un mínimo de sentido común sabe de sobra que la medida tiene mucho de ruin contraprestación sectaria y nada de concordia.

Lo que ocurre es que hay manifestaciones y manifestaciones, y para que estas influyan de verdad en una cohorte amplia de votantes, de distinta procedencia, deben ser totalmente espontaneas y posteriores al acto que denuncian, nunca preparadas y preventivas como la que nos ocupa. Rosa Díez, Fernando Savater y María San Gil son personas con las que se puede estar más o menos de acuerdo, pero nadie podrá discutirles su tenacidad y valentía en los distintos campos donde se han movido. Pero, por las razones que sean, vienen mostrándose desde hace tiempo como enemigos declarados de este PSOE sanchista, lo que quita a la convocatoria espontaneidad y la mete de lleno en la batalla política, justo lo que necesita este Gobierno para disfrazar su tropelía y esconderse como suele bajo el mantra de la izquierda generosa y dialogante contra la derecha cerril y autoritaria de siempre.

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