El idioma como arma

Lo peor de los sucesos de Canet del Mar es el silencio de tanta gente que defienden sin expresarlo lo mismo que ellos

Ahora nos vamos dando cuenta pero, salvo excepciones, la actitud demostrada por los principales agentes políticos y sociales en relación con la cuestión del idioma en Cataluña, incluyendo una opinión pública en general pasiva, no ha sido la correcta. No fuimos pocos los que compramos la mercancía averiada de las bonanzas de la pluralidad, el supuesto bilingüismo perfecto y la necesaria discriminación positiva para la pervivencia de la lengua minoritaria. El uso (y abuso) del catalán por la Generalitat y su prelación sobre el castellano es, posiblemente, el mejor arma con la que ha venido contando el secesionismo (en la mayoría de las veces, disfrazado de un educado catalanismo) para, pasito a pasito, ir erosionando la dura roca de la unidad nacional, con el idioma como mejor ariete de otra identidad a oponer, cultural, social y, finalmente, política.

Con mucha población (autóctona pero también inmigrante) de segunda generación educada en unos valores fronterizos de carácter claramente identitarios y unos políticos envalentonados en su hoja de ruta abiertamente rupturista, la cosa se ve hoy más clara, como no la vieron ni los hacedores de la Transición, ni un Partido Socialista con cada vez menos influencia en la región, ni esa derecha desganada que nada hizo por revertir la situación, ni siquiera el primer Aznar ávido de poder que graciosamente puso en las manos de Pujol la bomba de la inmersión lingüística sobre las lujosas alfombras del Majestic. Cunde hoy la sensación de que la clara preterición del español en Cataluña pese a su flagrante inconstitucionalidad y la persistente desobediencia a los tribunales que así lo vienen declarando es ya una batalla perdida, y veremos si no es la antesala de esa guerra que se no se termina de declarar, pero que cada vez sentimos más cercana.

Por eso, lo peor de los terribles sucesos de Canet del Mar (una familia acosada por solicitar el cumplimiento de una ley, un consejero que se niega siquiera a escucharlos, los insultos y amenazas en la redes sociales…) es el silencio de tanta gente que, seguro, defienden sin expresarlo lo mismo que ellos. Y constatar la paradoja de una sociedad que tiene como lengua materna mayoritaria el castellano dentro de un mundo cada vez más globalizado que se empeña, sin embargo, en eliminarlo de los cauces institucionales en beneficio del idioma particular sin que nadie haga algo por evitarlo.

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