Aeste tipo de gente ya los había visto, en sus pucheros nunca se han quemado unas lentejas, pero cuando llegaba la noche bien que sonaban esas cacerolas ardientes recién compradas en El Corte Inglés. Era octubre de 2017, Barcelona, en el Carrer de Córcega, cuando los pijos de Gracia protestaban porque el Gobierno imperialista español los reprimía. Sometidos, habían vivido sometidos en los estrechos chaflanes del Ensanche barcelonés. En el otro ensanche, en el proyectado por el Marqués de Salamanca, en la madrileña calle Núñez de Balboa, los señores quieren volver a cazar en Sierra Morena los fines de semana, otro Gobierno opresor los tiene confinados en sus casas, a pan y cebolla, inventándose la pandemia del Covid-19 para hacer de España una nueva Venezuela. La primera vez que escuché eso de las cacerolas fue en las noticias que hablaban de las penurias en los barrios pobres de Santiago de Chile, donde las ollas sonaban porque estaban vacías, ése era el sentido de aquellos pucheros hueros. O en Belfast, cuando los católicos aporreaban las sartenes por la muerte de Bobby Sands, un terrorista del IRA que se dejó morir de hambre en una cárcel. Los de Núñez de Balboa son de la Escopeta nacional, primos hermanos de los hiperventilados de Sarriá y de Gracia, aspira, inspira, aspira, inspira...

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