Te hacen pensar

No hace tanto tiempo, en plena Transición, que nuestro PSOE aún era marxista

El otro día vi una pintada callejera en la que junto a la hoz y el martillo se pedía libertad para el acomodado joven leridano, Pablo Rivadulla, que actúa de rapero bajo el nombre de Pablo Hasél; el rap, ya saben, es a los romances de ciego, lo que el bingo a la lotería. El muchacho gusta aludir en plan difamatorio a todo lo que tiene que ver con símbolos e instituciones españolas. Empero acude a la diana floreada cuando en su prosa aparece cualquier alusión a algo asociado al comunismo: Stalin es para él una palabra sacra y Borbón un término mafioso.

Pedir libertad junto a un símbolo comunista es como pedir un zumo de naranja en el infierno. Por eso me detuve con esa sorpresa que se deriva de la observación de algo que no puede ser producto ni siquiera de un gesto de mala fe, porque lo es de la más manifiesta ignorancia. Cabe imaginar dónde habría dado este joven con sus huesos si en alguno de sus hip-hops y en cualquier lugar de la Rusia soviética, hubiera tenido la osadía de mencionar a Stalin provocando una duda razonable sobre la grandeza espiritual del georgiano. Es curioso que en el contexto de las izquierdas históricas se aluda a la libertad como el que lava, no obstante tratarse de un concepto incompatible con la práctica inspirada en el marxismo. Libertad en política es un vocablo derivado de la palabra liberal, española en sus orígenes y como tal inscrita en todas las lenguas que la asumen en su literalidad.

El socialismo democrático ha tenido que aclarar con el calificativo su alejamiento del marxismo. El apellido le viene del aposento natural de la libertad -el liberalismo progresista- que ha impregnado hasta confundirse con ellas, a las democracias occidentales. No hace tanto tiempo, en plena Transición, que nuestro PSOE aún era marxista. Cuando en mayo de 1979, Felipe González propuso abandonar el marxismo, aconsejado por su amigo Willy Brandt, se encontró con una fuerte resistencia que le obligó a dimitir como secretario general. Bien que enseguida volvió entrando por la puerta grande y librando al personal de sus viejas servidumbres. Los cruces con el fascismo del socialismo son notables. Uno de los pioneros ideólogos de la socialdemocracia alemana, Robert Michels, acabó en el fascismo. Y el mismísimo Mussolini se inició en el Partido Socialista Italiano. Por no recordar que el partido nazi se llamaba en realidad Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán.

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