Existe en Algeciras otra generación que no es de literatos, deportistas, artistas o empresarios. Es la generación de los que en su infancia se soñaban protagonistas de una vida ordinaria con pequeños destellos de extraordinaria, que, por mucho juglar fardón que haya por ahí, es al fin y al cabo lo que todos queremos. Es esta una era de infortunados y descaminados. O, más bien, de nuestros infortunados y descaminados. Todo lo hemos hecho, todo lo hemos vivido, y ellos ya estaban ahí.

Francisco Aparicio Recio, Romerito, tiene 64 años y lleva ya casi un cuarto de siglo en el sur del sur. Vino de Vélez, donde conoció la vida, a trabajar en el puerto a cambio de poco más que las gracias y terminó pidiendo en la calle, que es horrible, pero mucho más digno que que se rían en tu cara. La juventud de los de mi generación es estar sentado en una terraza de la Plaza Neda y que se acercase por la espalda a nuestra mesa con el vasito de plástico: "¿Me va a da argo o no?". No insiste y, si se le ofrece el respeto que merece, jamás rechaza una conversación.

Consciente de que el que pide también tiene que reinventarse, hace unos años se trabajó un show que encantaba a la chavalería sinvergonzona: "Me va a da argo?". "Sí, Romerito, pero hazlo": "¡Popopopopo!". Podías estar en la Plaza de Andalucía y el buen hombre se anunciaba ya desde la Plaza Alta. Como no conoció mucho a la verdadera, dice que Algeciras es su madre. Y creo que no hay ilustre o dandi algecireño que haya hecho una declaración de amor más hermosa que esa.

Juan se mueve más por la zona este de la ciudad, casi siempre con su chaleco verde, camisa rosa o azul y gafas de aviador, y luciendo una llamativa melena a lo Rod Stewart. "Quillo, ¿qué?", saluda siempre con una sonrisa. Tiene en Limbo, regentado por grandísimas personas, su despensa personal. "A ver, Juan, no. O cerveza o comida". Elige lo primero, acaban dándole ambas.

Como en todo, en el mundo del mendicante también hay intrusos. Rafaé ("buenas noches, marqués, marquesa") lleva tiempo siendo embajador de Kleenex en Algeciras. Siempre respetuoso, es un pícaro simpaticón que se pasea con andares de galán, barrigón jugoso y coletilla de torero que le empieza y acaba en el occipital. Puedes verlo de terraza en terraza con su as de pañuelos o caminando con su mujer y sus hijos, con los mismos barrigones jugosos que él.

Ellos, con el añorado y enigmático Edmund Büsch a la cabeza, también hacen Algeciras. La Algeciras de la humanidad y del cuidado de los suyos. Cuando ya no estén, a Romerito que le hagan una estatua, a Juan que le sigan tirando cañas y a Rafaé habrá que agradecerle que no nos falten clínex para llorarles.

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