Tierra de palabras

La habitación del corazón

En el estante que con cuidado reservo a mi hermano siempre hay flores frescas

E l 29 de septiembre de 1960 nació mi hermano mayor que ahora, cosas de la muerte, es el más joven de los hermanos. Su reloj se le quedó parado a los cuarenta y ocho años mientras el nuestro sigue marcando las horas que reducen el tiempo hacia el reencuentro. Y en esas muchas horas de más que hemos vivido con respecto a las suyas, me ha sido imprescindible su recuerdo.

Hay un trabajo emocional que realizo con los niños a los que enseño y me enseñan en el que en un folio hay un corazón pintado y el ejercicio consiste en dibujar en su interior lo que habría si su corazón fuese una habitación, invitándolos a imaginárselo. Como en el corazón se suelen guardar muchos secretos, no seré yo quien desvele cuáles fueron los contenidos de cada uno; lo que sí me llamó la atención fue que, aunque les pedía que lo dibujasen, la mayoría lo expresó con palabras. Y solo los que decidieron dibujar hicieron el mismo dibujo: la familia; siempre cogida de la mano, unida.

Mi hermano fue el primero en estrenar el apellido Tobalina Cuerda, el primero en buscar el pecho de nuestra madre como alimento, en estrenar la cuna, el traje de cristianar… el primero en ir al colegio, en tener una novia, una moto, en salir a estudiar fuera… Si a mí, que soy la pequeña de cuatro, me hubiesen dado el folio cuando era una niña con ese vacío corazón para llenarlo, a él lo hubiese dibujado el más alto y el primero. Resulta muy extraño ser ahora mayor que tu hermano mayor: tener más edad que él, más arrugas, un nieto… Son de estas cosas que forman parte del ciclo de la vida y de la muerte.

En la habitación de mi corazón no hubo más remedio que hacer limpieza. Tanto había acumulado que cuando quise darme cuenta ni siquiera podía abrir la ventana para ventilarla y que entrara aire nuevo y fresco. Yo que he sido un poco "Diógenes" en emociones, descubrí que la ligereza de la que habla el poeta, no solo se refería a bienes materiales sino también a esos que son invisibles pero que no por ello no pesan.

Ahora entra más luz y puedo visitarla de vez en cuando y recogerme en ella. En el estante que con cuidado reservo a mi hermano siempre hay flores frescas y de él conservo: el amor que me entregó y su verdad más verdadera.

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