El viajero curioso que pasee por Budapest en los aledaños del Danubio encontrará sin dificultad un pequeño bar de estilo antiguo y módicos precios que responde al extraño nombre de "6:3". Si decide entrar, además de paladear el clásico gulash húngaro y catar su famoso licor de hierbas Unicum, podrá contemplar una especie de museo futbolístico referido a un solo partido: el Inglaterra-Hungría del 25 de noviembre de 1953 y que terminó con el resultado que da nombre al establecimiento, 6 goles a 3 a favor de Hungría. Fotografías, recortes de periódicos, el vídeo del partido e incluso los exaltados comentarios radiofónicos de una suerte de Matías Prats magiar que narra las hazañas de la escuadra húngara en suelo inglés con el mismo énfasis que el locutor cordobés transmitió el gol de Zarra a la pérfida Albión en Maracaná. Hungría, que se había proclamado campeona olímpica de fútbol en Helsinki 1952, fue invitada por Inglaterra a celebrar un partido amistoso en el sancta sanctórum del fútbol, el estadio de Wembley donde jamás nadie había derrotado a los ingleses. El seleccionador húngaro Gusztav Sebes (un ex jugador y sindicalista que ocupa un alto cargo político) preparó a conciencia el partido entrenando en un campo de las mismas dimensiones de Wembley y con los balones de la federación inglesa (más pesados que los suyos). Sebes resultó ser un visionario aplicando al fútbol los mismos principios (teóricos) del socialismo, esto es, solidaridad, esfuerzo y subordinación del beneficio individual al colectivo. El éxito de su fórmula en la parcela deportiva fue tan impactante como el fracaso de la misma receta en el ámbito de la política. Inglaterra alineó a figuras legendarias como Stanley Mattheus, Billy Wright y Alf Ramsey. Enfrente Hungría formó con casi todo el equipo del militarizado Honved de Budapest: Puskas, Czibor, Kocsis, Bozsik y Hidegkuti eran los delanteros cuyos nombres ya nunca olvidarían los ingleses. Estos jugaban con un 3-2-2-3, la clásica WM, que tantas victorias les había proporcionado. Para sus sorpresas los magiares no llevaban los dorsales acordes a su posición (el 2 no era el lateral derecho, el 10 no jugaba de interior izquierda…) y además las intercambiaban con frecuencia. El teórico 9 (Hidegkuti) jugaba retrasado (Sebes ideó el concepto de mediapunta) y la defensa inglesa, desubicada, no pudo impedir que esa tarde hiciera un hat-trick, ni que el futuro cañonero del Real Madrid, Puskas, lograse un doblete. El fútbolsocialista que practicó este equipo de oro fue el precursor directo del fútbol total que de la mano de Rinus Michels traerían los holandeses en la década de los 70. Dinamismo y velocidad se aunaban con la espectacularidad en una suerte de acordeón futbolístico fundamentado en el pressing y la táctica del fuera de juego. La tradicional soberbia inglesa exigió una revancha que se jugó en Budapest. El marcador: Hungría 7, Inglaterra 1.

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