Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Tu frialdad

No sé qué dirá el informe PISA de la frialdad, pero sospecho que fracasaríamos si adoptáramos el criterio

Me recordaba hace unos días el filósofo Josep Maria Esquirol en una jugosa conversación el fin último que, según Adorno, debía perseguir la educación filosófica y, por extensión, la educación a secas: evitar que las personas sean frías. Viniendo de Adorno, desde luego, no está nada mal. Me acordé entonces de aquella copla de Triana, Tu frialdad. Y de aquella entrevista que vi en televisión (creo que lo he contado ya por aquí alguna vez, lo siento) con el gran maestro del vudú haitiano (un catedrático de Química de Harvard nacido en Puerto Príncipe, nada parecido a un salvaje metido en una cueva), quien sostenía que Occidente estaba lleno de zombis, "individuos que no dan las gracias cuando les sostienen la puerta, que cruzan de acera para no tener que saludar a un conocido, que actúan con absoluta indiferencia hacia quienes les rodean: muertos vivientes". Por eso siempre me ha parecido excelente aquella personificación de los viejos lagartos televisivos de V (y que Adorno me perdone), así como los personajes de Philip K. Dick que están convencidos de que son seres humanos cuando en realidad son androides artificiales: criaturas de sangre fría, para las que lo humano constituye un fenómeno ajeno. Adorno sabía que la educación es el mejor arma para eliminar a los zombis. Y una educación filosófica.

Porque, a ver, si se trata de establecer un diagnóstico a tenor de nuestros líderes, tenemos que los niños andaluces son unas bestias, que los españoles echan espumarajos por las fauces, que los catalanes son unos insolidarios merecedores de la intervención militar, que los inmigrantes traen la peste y nos quitan el trabajo, que el territorio del que procedamos nos define mucho más que el trabajo que hagamos, que el prejuicio es la norma, que podemos hacer juicios de valor propios del totalitarismo y encima obtener por ello una compensación social. No sé qué dirá el informe PISA de la frialdad, pero sospecho que si adoptáramos este criterio, tan poco estimado por los tecnócratas del rendimiento, el fracaso nos condenaría al furgón de cola de por vida. En estos días que se ha anunciado el regreso de la Filosofía como materia obligatoria a la Secundaria y el Bachillerato (en Andalucía ya lo era, por cierto, aunque de manera anecdótica), muchos se han apresurado a compartir su modelo preferible, entre el estudio sistemático y el análisis crítico del presente. En este menester, yo prefiero a Adorno: tengamos más filosofía para darnos más calorcito.

Que esto va, como dijo Epicuro, de procurar la vida feliz. Los fríos son unos tristes. Y pobres, por mucho dinero que tengan.

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